26.12.10

EPPUR SI MUOVE

Suele adjudicarse a Galileo Galilei la autoría de una frase que pronunció ante el tribunal de Santa Inquisición que le juzgó. Su delito consistía en haber defendido la teoría heliocéntrica frente a la concepción ptolemaica del Universo. El heliocentrismo se antojaba tan trasgresor en la época que el cardenal Bellarmino le condenó a no divulgar su teoría, tan contraria a las verdades de la fe como a las de la ciencia entonces vigentes. Poco más tarde, en 1616, a Galileo le caería una interdicción por parte de la Iglesia a modo de condena rotunda. Pese a todo, el convencimiento del científico era tan sólido que perseveró en sus ideas hasta que, en abril de 1633 se le abrió un nuevo proceso, esta vez por desobediencia. En aquella ocasión, sus enemigos se salieron con la suya por encima de los apoyos que siempre asistieron al sagaz Galileo. Se le condenó a cadena perpetua. Sólo tras su abjuración consigó suavizar la pena minimizándola en mero arresto domiciliario. Era ya un hombre lo suficientemente mayor como para valorar las bondades de la flexibilidad y vivir su última década de vida sin mayores calentamientos de cabeza. La anécdota según la cual Galileo pronunció la famosa frase "Eppur si muove" ("Y sin embargo se mueve") en alusión al movimiento de la Tierra en torno al Sol resulta inverosímil. Pero cobró carta de naturaleza en el pensamiento defensor de la razón y la ciencia, floreciendo en las aristas más anticlericales de la Ilustración.

Más allá de haberse convertido en una frase anatema contra todo lo que huela a caverna, lo cierto es que la célebre expresión invita a la adopción de una postura parsimoniosa, contemplativa y dulcemente escéptica ante muchos acontecimientos de la reciente actualidad cuya probable estulticia no haga otra cosa que crecer con la perspectiva que concede el tiempo. Me atrevería a decir que es una actitud defensiva ante el enorme despliegue de instrumentos de censura y autocensura que se han apoderado del espacio público, sobre todo en los últimos seis años. Los autores de comentarios críticos han merecido calificaciones tan pintorescas como "crispador", "agorero" o "cenizo" para convertirse, de inmediato, en un "cavernícola", un "franquista" o el siempre socorrido epíteto de "fascista". El sentimiento de ostracismo ha sido verdaderamente agobiante y, todavía hoy, en lo que parecen ser los estertores de un régimen, sigue ejercitando la asfixia. Incluso se padece una fría inquietud que nos hace mirar alrededor cuando hasta los próximos nos advierten de nuestras presuntas injusticias críticas contra los lejanos. Y los que nos quieren nos señalan el camino de la moderación en el método, incluso compartiendo los mismos diagnósticos que desembocan en semejantes conclusiones.

Ante los tribunales omnipresentes que fiscalizan las lenguas heterodoxas, la prudencia aconseja acompañar la pública abjuración con la confesión privada en los célebres términos: "Eppur si muove".

¿Que subir y bajar los impuestos, a la vez y simultáneamente, es "socialista" tal como han propagado a los cuatro vientos los próceres del sistema? Eppur si mouve.

¿Que no había crisis y que el que dijese que la había era "antipatriota"? Eppur si muove.

¿Que el president Montilla lo estaba haciendo muy bien en Cataluña? Por eso mismo siempre ganó las elecciones autonómicas y ha sido reelegido por aclamación. Eppur si mouve.

¿Que es lógico para el funcionamiento del partido socialista que Rodríguez Zapatero deshoje su margarita de posible candidato ante su esposa y un "amigo"? Eppur si muove.

¿Que los documentos de la embajada estadounidense mienten en sus referencias al gobierno español? Eppur si muove.

¿Que se acabó la Cuatro y ahora le toca el turno a la CNN? Eppur si muove.

¿Que la crisis ya está solucionada desde que se vislumbraron los primeros "brotes verdes"? Eppur si muove.

¿Que Zapatero es el mejor candidato del PSOE según afirman sus paladines Rubalcaba y don José (Pepiño) Blanco? Eppure si muove.

¿Que es bueno que no se convoquen elecciones adelantadas? Eppur si muove.

¿Que vivimos un acontecimiento planetario en la primera mitad del año 2010 gracias a la doble conjunción presidencial de Obama y Zapatero (Pajín dixit)? Eppur si muove.

¿Que la crisis española es sólo económica y no de confianza? Eppur si muove.

¿Que la militarización es la solución adecuada para un conflicto laboral? Eppur si muove.

¿Que el estado de alarma es tan saludable como prorrogable? Eppur si muove.

¿Que cualquier alternativa a lo malo resulta peor? Pues nada, a votar en sentido único al único partido que, por definición, debería ser el único. Eppur si muove.

¿Que son legítimos, preventivos y necesarios los "cinturones sanitarios"? Eppur si muove.

¿Que el año 2011 será el de la definitiva salida del marasmo actual? Feliz Año, felices. Transitáis por buen camino de la fina intuición.

Lo que vosotros digáis. Total.

Pero, sin embargo, se mueve.

6.12.10

ESTADO DE ALARMA

En 1981 apareció una Ley Orgánica que regulaba la declaración de los estados de alarma, excepción y sitio (Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio). Durante años no hizo falta, por fortuna, la declaración de ninguno de los aludidos estados. Tal vez, la única ocasión en que sí pudo haberse declarado el estado de alarma fue con ocasión del golpe terrorista más duro que recibió España desde que se convirtió en un estado democrático. Nada se hizo entonces. Sin embargo, el pasado 3 de diciembre los controladores aéreos dieron un plante y cerraron el espacio aéreo. El gobierno reaccionó con un decreto mediante el cual declaró el estado de alarma, por primera vez en la historia de nuestra democracia (BOE, nº 295, 4 de diciembre de 2010, extraordinario).
Por lo visto, lo ocurrido el 3 de diciembre de 2010 ha resultado ser más grave que la tragedia del 11 de marzo de 2004, a la vista de la severidad de las medidas adoptadas.
Cabe la reflexión y, sobre todo, la inquietud. El gobierno no sólo va a mantener el estado de alarma sino que, al parecer, lo va a prorrogar. Puestos a franquear fronteras, alguno se preguntará: ¿estará dispuesto el gobierno a declarar el estado de excepción o el de sitio llegado el caso y la defensa de su interés? Cierto es que tanto la prórroga del estado de alarma como la declaración de los estados de excepción y de sitio requieren la aprobación del Congreso. Pero también es cierto que lo que no se atrevieron hacer gobiernos en el pasado con mayoría absoluta, parece estar dispuesto a hacerlo el actual por muy relativa que sea su mayoría.
Por otro lado, ¿cuántas huelgas de controladores aéreos han jalonado la historia de nuestra democracia? Bastantes; más que dedos en una mano. Nunca, que yo sepa, se declaró el estado de alarma. ¿Por qué ahora sí?
Un plante de controladores en plena transición o un plante de trabajadores manuales en el tardofranquismo no provocaba la declaración del estado de alarma. Ahora parece que los derechos de huelga, protesta y cabreo antigubernamental pueden restringirse a golpe de autoridad militar. Mueve a la reflexión. Lo decimos con toda timidez y prudencia. No vaya a ser que en el futuro nos tengamos que enfrentar a un estado de excepción o de sitio que vaya dirigido, justamente, contra los que no están de acuerdo. El "cinturón sanitario" tendría entonces perfecta justificación legal.

28.11.10

11.9.10

LA NUEVA "TREGUA" DE ETA. TERRORISMO Y CÁLCULO POLÍTICO

La banda terrorista ETA grabó hace ya meses un vídeo anunciando un nuevo cese del alto el fuego. Resucitaban así intenciones viejas y expresiones acuñadas para esconder bajo capas de sangre y vísceras desparramadas de inocentes las supuestas exigencias de un "conflicto". La entrega de la grabación a la BBC tuvo sus episodios novelescos en las ciudades de París y Londres. Los gudaris de la "lucha armada", aunque forman más una fratria mafiosa que un disciplinado ejército. El empresario Luis Olarra lo supo siempre y mantuvo a raya a ETA con la ayuda de sus "amigos" italianos y no italianos. ¿Se acuerdan?
Días antes del mencionado anuncio, en la revista Época, Antonio Martín Beaumont escribía: "Por más que sea un pago inaceptable a los terroristas, los asesores de Zapatero consideran que es el mejor atajo para que su líder llegue a las elecciones de 2012. Porque conseguiría nuevos aliados contra el PP y, también, podría presentarse en la campaña electoral como el presidente que terminó con ETA" (29 de agosto de 2010, número 1.309, página 32).
Leer esto en una revista dirigida por Carlos Dávila invitaría a cualquier sempiterno seguidor de los medios de PRISA a defender al gobierno aireando una presunta teoría de la conspiración de "los de la derecha", de los que siempre ven fantasmas en todas partes, desde el 11-M hasta hoy. Y no le faltaría razón: afirmar que un final de ETA al precio que sea necesario es un objetivo del gobierno para conseguir una victoria electoral resulta tan arriesgado como repugnante. En ese esquema no se trataría de derrotar a ETA para acabar con un trágico problema, sino de negociar con ella un precio determinado para ganar los votos necesarios con el fin de seguir ocupando el poder por otros cuatro años.
Lo curioso del caso es que días después de publicarse el artículo de Martín Beaumont saltó el comunicado. El gobierno respondió con algo parecido a una pose ensayada. Que si el comunicado era insuficiente, que si la banda debía dejar las armas, que si no son creíbles, que si no le vamos a hacer caso... algo así como una negación pública que traslucía un oculto y oscuro deseo de ser cortejado en privado a golpe de contactos o negociación (dos denominaciones para la misma cosa). Se presupone que si Martín Beaumont sabía o sospechaba algo acerca de las intenciones de la banda, el Ministerio del Interior también debía tener información al respecto.
Seguía en la inquieta duda sobre si la "derechona cavernícola" mentía o describía, cuando el pasado 8 de septiembre la periodista Margarita Sáenz-Diez hizo una afirmación en el programa de TVE 59 segundos más que sorprendente. Dentro del minuto 18, entre los 40 y 50 segundos, sentenció: "Si durante el mandato de Zapatero ETA abandonara las armas, la reelección de Zapatero estaría casi asegurada".
Para quien no lo sepa, la periodista Sáenz-Diez no es precisamente una devota de José María Aznar ni del PP. Sus palabras denotan una mayor aproximación a las tesis del gobierno que a las de la oposición, por describir mas que edulcoradamente su posición. La rotundidad de las palabras de Sáenz-Diez, pronunciadas con una sonrisa de seguridad y condescendencia, vienen a ratificar las sospechas de Época. La tentación de utilizar el fin de ETA como un instrumento electoral parece, pues, una posibilidad cierta.
El retorno del alto el fuego parece responder a un interés en proseguir un proceso iniciado en 2006 y no concluído por parte del gobierno (aunque sí por parte de ETA). Es bien relevante que el presidente Rodríguez Zapatero ni se le haya pasado por la cabeza devolver el mandato que sacó del Congreso para dialogar con la banda. La negociación con el terrorismo, por otro lado, no debe hacer rasgarse las vestiduras a nadie atento a lo que ha venido pasando en España en los últimos años. Si se negocia con los piratas en el Índico o con Al Qaeda en Mauritania, no tiene nada de especial que se haga lo mismo con el terrorismo doméstico. Sobre todo si lo que se negocia es dinero para una buena jubilación de los terroristas más que una posible secesión del País Vasco. Sólo los tontos olvidan que la negociación es un intercambio de "posibles", no de "imposibles".
El asunto toma ribetes de obra teatral cuando el PNV se aproxima al gobierno para pedir cosas a cambio de su voto favorable en los presupuestos, lo que le daría un respiro a Rodríguez Zapatero evitando convocar elecciones adelantadas. Es de ingenuos pensar que el PNV tan solo pretende la transferencia de las competencias en materia de Empleo para el País Vasco. Por otro lado, ETA y el gobierno buscan salir mutuamente beneficiados y fortalecidos de unos contactos que pueden perfectamente desembocar en la entrega de las armas. El gobierno necesita esa medalla y ETA debe saber que su vida futura puede ser muy difícil bajo un gobierno del PP, en un mundo en rápida transformación que deja muy atrás los sueños soberanistas de don Sabino.
Ahora bien: ¿Es lícito negociar con los terroristas? ¿Puede aceptarse jugar con el fuego trágico del terrorismo para desalojar a un gobierno y permanecer en el poder tanto tiempo como se pueda? ¿Todo está permitido con tal de ganar unas elecciones?
El telón sigue alzado y los actores saldrán de las bambalinas. Algunos sostendrán con fuerza su careta esforzándose por demostrar que las apariencias son las realidades.

3.8.10

LA MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA Y DE LA DIGNIDAD DE SUS VÍCTIMAS (descrita por Javier Marías en "Tu rostro mañana")

Tan soberbia es la época que en ella se da un fenómeno que yo imagino sin precedentes: el rencor que hacia el pasado siente el presente: hacia lo que osó suceder sin nosotros aquí, sin nuestra cauta opinión ni nuestro dubitativo consentimiento, y lo que todavía es peor, sin nuestro provecho. Lo más extraordinario es que ese resentimiento no obedece, en apariencia al menos, a la envidia de esplendores pretéritos que se fueron sin incluirnos, a la aversión por una excelencia de la que tuviéramos percepción y a la que no contribuimos, que no probamos y nos perdimos, que nos desdeñó y no presenciamos, porque la jactancia de nuestro tiempo es de tal calibre que no puede admitir la idea, ni siquiera la sombra o la niebla o el vaho de ninguna superioridad antigua. No, es tan sólo el rencor hacia lo que no ha podido abarcarse y nada nos debe, hacia lo que ya concluyó y por tanto se nos escapa. Escapa a nuestro control y a nuestras maniobras y decisiones, por mucho que los gobernantes vayan hoy pidiendo perdón por las tropelías de sus antecesores, y hasta viendo de repararlas con ofensivos dineros a los descendientes de los dañados, y por mucho que esos descendientes se los embolsen de grado y aun los reclamen, a su vez unos aprovechados, unos caraduras. No se ha visto estupidez mayor ni mayor farsa, por ambas partes: cinismo en los que dan, cinismo en los que reciben. Y un acto más de soberbia: ¿cómo se arrogan un Papa, un Rey o un Primer Ministro el derecho a atribuir a su Iglesia, a su Corona o a su país, a los de su tiempo, las culpas de sus predecesores, las que éstos nunca vieron así ni reconocieron hace siglos? ¿Quiénes se creen que son nuestros representantes, nuestros gobiernos, para pedir perdón en nombre de quienes fueron libres de hacer e hicieron, y ya están muertos? ¿Quiénes son para enmendarlos, para contradecir a los muertos? Si fuera sólo simbólico, sería una memez, nada más, engolamiento y propaganda. Pero no hay simbolismo posible si además hay 'compensaciones', grotescamente retrospectivas y nada menos que monetarias. Cada persona es cada persona y no se prolonga en sus remotos vástagos, ni siquiera en los inmediatos, que a menudo son infieles; y de nada sirven estas transacciones y gestos a quienes fueron damnificados, a quienes se persiguió y torturó, se esclavizó y asesinó de veras en su única y verdadera vida: esos están bien perdidos en la noche de los tiempos y en la de las infamias, que sin duda no será menos larga. Ofrecer o aceptar disculpas ahora, vicariamente, exigirlas o presentarlas por el mal infligido a unas víctimas que nos son ya informes y abstractas, es una burla, y no otra cosa, de sus carnes chamuscadas concretas y sus cabezas segadas, de sus pechos agujerados concretos, de sus huesos partidos y sus gargantas cortadas. De sus concretos y desconocidos nombres de los que fueron privados o a los que renunciaron. Una burla del pasado. No se lo soporta, no, el pasado; no soportamos no poder remediarlo, no haberlo podido conducir, dirigir; ni evitarlo. Así que se lo tergiversa o se lo truca o altera si resulta posible, se lo falsea, o bien se hace de él liturgia, ceremonia, emblema y al final espectáculo, o simplemente se lo mueve y remueve para que parezca que intervenimos a pesar de todo y aunque esté ya bien fijado, de eso hacemos caso omiso. Y si no lo es, si no es posible, se lo borra entonces, se lo suprime, se lo destierra o expulsa, o se lo sepulta.

Javier Marías: Tu rostro mañana (1. Fiebre y lanza), (Madrid, Alfaguara, 2008[5ª ed]), pp. 299-301.

25.7.10

LA ANOMIA Y LA TENTACIÓN FASCISTA

Si hay una estación que invita al sueño, a la despreocupación y a una suave -casi suicida- hibernación de los sentidos, probablemente sea el verano. Si las altas temperaturas seducen la pereza, en un país tan singular como es la España del verano de 2010 surgen por doquier motivos para la reflexión y motivos para la inquietud que, de inmediato, se adormecen. Eso gana el gobierno: el tiempo del verano para seguir usufructuando ("cueste lo que cueste") el poder. Pero, pese a todas las siestas más o menos colectivas, lo cierto es que hay motivo. Si, "hay motivo"; ahora sí.


"Hay motivo" les gustaba propagar hace unos años a los cuatro vientos a los propagandistas de la propaganda de "izquierda" de este país. Ahora guardan silencio en este solar patrio que han hecho suyo. Como un cortijo. Su patria se compone de un solar en términos de desolado mercado de trabajo que, por lo visto, a ellos no les afecta, bien rellenados de subvenciones para sus iniciativas culturales de carácter particular. Parece que España ya es patria, habida cuenta que podemos portar la bandera española sin ser tachados de franquistas. De algo ha valido el ser campeones del mundo de futbol y las victorias en el tenis o en el Tour.


Rodríguez Zapatero, no obstante, se abstuvo de asistir a la final futbolística del 11 de julio para evitarse un baño de españolismo, muy inconveniente en estos momentos de irritación catalano-montillesca. Tampoco se iba a perdonar el ser tachado de gafe si las cosas salían mal. Bastante crudas andan las cosas como para vincular la imagen del presidente a un nuevo fiasco. Lo calculó bien: la victoria evaporó el posible debate sobre su presencia. Con ver sus saltitos al lado de la selección campeona tras su regreso a Madrid ya fue bastante. Bastante patético, hemos querido decir.


Sólo el reblandecimiento de cerebro propio de nuestro verano nos ha permitido asistir a un sinfín de espectáculos políticos escandalosos sin que nadie haya movido un músculo de protesta. La imagen de la vicepresidenta del gobierno en pleno Parlamento pasándose el dedo índice por el cuello en gesto amenazador contra un diputado nos recuerda la escenografía de El Padrino. Será que ha llegado el momento de las madrinas de acuerdo con las directrices marcadas por el Ministerio de la Igualdad. Ya saben: "ningún hombre será más que yo".


Pero el que se permite ir de sobrado es nuestro querido presidente. En un soporífero 25 de julio no ha dudado en afirmar a El País: "He pasado malos ratos y noches sin dormir por la crisis". El vigilante, el eterno centinela, el que nunca duerme preocupado por todos nosotros... el único líder. Y fíjense si es único que si él (Él) no nos saca de la crisis, nadie será capaz de hacerlo. Por tanto, no queda otra opción que seguir votándole, única verdad posible y verdadera. La oposición se queda como una ficción democrática porque él (Él) y sólo él (Él) es la encarnación del camino, de la luz y de la legitimidad. Todo el que no esté con él (Él) es un antipatriota que se alegra de la crisis para que el PP pueda ganar algún día. Este mismo argumento, llevado a un extremo, sugiere incluso la conveniencia de no convocar elecciones. Total: ¿la libertad? Libertad, ¿para qué?


Se han cumplido diez añitos de la permanencia de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la Secretaría General del PSOE. Un carísimo vídeo editado para la ocasión recoge, en otras, frases suyas como aquella que decía "Cuando hable, que hablo por todos vosotros. Cuando trabaje, que trabajo por todos vosotros. Cuando gobierne, que gobernaré por todos vosotros". Eso lo decía ante los correligionarios. Con razón se lanzó a construir un cinturón sanitario en torno al PP nada más llegar al poder. ¿Se acuerdan de aquello de que "el PP está sólo"? Ahora el problema no es la soledad del PP, sino su hombro. Ese que no arriman los muy fascistas y traicioneros de la esencia de nuestra patria. Esos que rechazan la configuración ad hoc de la memoria histórica; esos que sobran de nuestra querida España. De su querida España controlada desde Moncloa con pilotaje remoto desde la Casa Blanca.


El centinela, nuestra voz, nuestro deseo, nuestro anhelo... el que nunca duerme velando por todos nosotros. Se muestra como la víctima de un poder que nunca quiso y que, si lo ostenta, es por nuestro bien. El gran sacrificado evita mostrar su real imagen de gran sacrificador. El poder no lo soltará nunca. Pese a quien pese y cueste lo que cueste que, obviamente, serán los pensionistas y los trabajadores los "paganos" de esta mofa. Una viuda ha podido ver su pensión reducida en 200 euros y no necesita presumir sobre su falta de sueño. A un parado con dos hijos se le cambia la cara al ver cómo transcurren los meses sin encontrar un nuevo sustento. ¿Demagogia? No. Demagogo es quien sin conocer de cerca la situación personal de estas personas piensa que estas palabras son demagogia y va a seguir votando a su dios de la "izquierda" en la próxima convocatoria electoral.


No va tirar la toalla, dice el líder (Líder). El oráculo ha hablado para ratificar su adanismo. No hacía falta que lo jurara. Quien llega al poder aupado por un baño de sangre encrespado con crispación programada es evidente que no va a abandonar el poder nunca. Esto ya lo sabemos. Tampoco hacia falta hacerse pasar por una pobre víctima de la crisis, cuando él (Él) decidió conceder decenas de miles de millones de euros a la banca en avales (buena parte de los cuales se han ejecutado ya). Y entonces no le entró insomnio.


Cuando elevó las retenciones por el IRPF a los pensionistas no tuvo que contar ovejitas para dormirse. Con la reforma laboral no le ha temblado el pulso, al igual que a su lugarteniente Pepe Blanco en su eterna amenaza de militarizar a los controladores aéreos. A estos partidarios de la militarización de todo lo que no funciona como ellos disponen les recordaría un poco la historia reciente de nuestro país. Y también les formularía una pregunta: si los militares son tan aptos para sustituir a los funcionarios, ¿no valdrían también para sustituir a ciertos políticos?


No se asusten, ni se rasguen las vestiduras. No soy yo el partidario de militarizar a nadie. Bastante hemos conseguido con que cada uno se dedique a lo suyo. Lo que irrita son las ocurrencias de estos padres de la patria, siempre vigilantes, siempre sacrificándose por nosotros al frente de sus cargos públicos, pero sentados en tapicerías de cuero caro. Ni siquiera se sonrojan en militarizar servicios públicos como en la época de Franco y los primeros meses del posfranquismo. Tal vez su problema no sea de sueño. Quizás su auténtico problema sea la ausencia de vergüenza. Y puede que esa ausencia sea tan total que lo mejor que podemos hacer es seguir sesteando el verano mientras nuestro líder (Líder) permanece incólume, ocupado, trabajando y velando. Ave César, centinela de occidente.
Algunos terminarán rememorando a George Orwell. No lo digo por su 1984; lo digo porque gustaba describirse a sí mismo como un "Tory anarchist".

29.6.10

NUMANCIA Y LA PRESIDENCIA ESPAÑOLA DE LA UE

Dicen que la Centuria XI contiene la siguiente cuarteta de Michel de Nostradamus sobre España:

"De tierras con nombre de animal, vendrá quien gobierne a los iberos, adorará a reyes negros y abrazará religiones extrañas. Llenará su palacio de bufones y aduladores y usando su propia máscara de bufón, traerá consigo el hambre, la pobreza y la desesperación...".

Acostumbrados como estamos los españoles a la chanza fácil, resulta difícil resistir la tentación de identificar al protagonista con el presidente del gobierno español, habida cuenta de que León es la provincia de nacimiento de José Luis Rodríguez Zapatero. Y el mismo personaje parece estar en otra de las cuartetas, según la red de redes, para mayor deleite de los creyentes en profecías: “El demasiado buen tiempo de demasiada bondad real, hace y deshace con súbita negligencia. Ligero creerá el fallo de la democracia leal. Él puesto en muerte por su benevolencia” (Centuria X-43). Algunos, incluso, creerán que se trata de Carrero Blanco.

Conviene advertir que ni creemos en profecías, ni que éstas resultasen necesarias para adivinar cuál iba a ser el nefasto rumbo de España desde el año 2009. Aunque el presidente español no pare de afirmar que nadie sabía nada de la crisis que iba a asolar España, lo cierto es que el Monthly Report editado por La Caixa apuntaba malas maneras en el comportamiento de la economía española desde la segunda mitad de 2007. Será que él no lee en inglés; será que ninguno de sus numerosos asesores tiene acceso a esta información. En caso contrario, tendríamos que convenir que alguien está mintiendo en público.

La consecuencia es que las cosas no marchan bien. Con permiso del gobierno –y sin que se moleste nadie– puede afirmarse que las cosas andan bastante mal. La presidencia española de turno en la Unión Europea está arrastrándose con más pena que gloria, pese a los esfuerzos propagandísticos que se realizan en Bruselas. La cacareada “Alianza de Civilizaciones” ni está ni se le espera, a estas alturas. La deuda española se dispara y el desempleo alcanza unas cotas imprudentes. Desesperado ante estos indicadores, en una especie de caída del caballo (imitando a San Pablo), el adalid de la utopía optimista se ha reconvertido en un neoliberal a ultranza, al que no le duelen prendas en bajar salarios, congelar pensiones y pegarle recortes sin precedentes al Estado del bienestar español. Para mayor gloria de su arrepentimiento, se fotografía junto con su ex enemigo Silvio Berlusconi y realiza respetuosas genuflexiones ante Benedicto XVI. Excesos de converso.

Quien se había empeñado en mantener dentro de un “cinturón sanitario” a media España parece que se ha aprendido de memoria el manual del Kamasutra político para adoptar todo tipo de posturas con tal de conservar el poder. Hace tan sólo pocos años, media España era sospechosa de constituir una tenebrosa caverna donde se daban cita los retrógrados –y retrógradas– a los que era preciso hacer la vida imposible. Hace relativamente poco, España tenía que ser un país abierto a las legalizaciones masivas de inmigrantes a espaldas del resto de los socios de la Unión Europea. Para algo éramos soberanos. Hace muy poco, el gobierno español se empeñó en reescribir la historia reciente de su país a golpe de decreto, sin mediar una reflexión historiográfica, ni consultar al conjunto de los especialistas. Hasta antes de ayer, el gobierno español se empeñó en una guerra fría contra los EE.UU. presididos por George Bush y, de paso, en hostigar todo lo posible a Israel. Los considerados logros “sociales” se propagaron hasta tal grado que, justo antes de las elecciones de 2008, el presidente no dudó en “regalar” 400 euros a cada trabajador español con la intención de “crear ambiente” para triunfar en las urnas. A esto se le llamaba en otros tiempos compra de votos. Simplemente.

Ahora, sin embargo, el presidente español –antes socialista– se ha convertido en un decidido conservador de privilegios. Tal extremo ha alcanzado su viraje que ha dañado seriamente a amplias capas sociales sin pestañear. Y sin ahorrar un euro en los gastos de representación y boato de su propio gobierno. No duda en mimar a la banca y en escuchar los consejos (órdenes) del Ecofin o de su querido presidente Barack Obama. El desmontaje del Estado de bienestar está siendo tan profundo que nadie sabe cuándo recuperará España las recién perdidas conquistas sociales, si es que las recupera alguna vez. ¿A qué se debe tal cambio?

Naturalmente, la justificación oficial se esfuerza en demostrar que sus desvelos se centran en salvar al país de la crisis económica internacional que se originó –como siempre– en los EE.UU. (los de Bush, no los de Obama, claro está). Y para muestra pública de que se hace lo que se tiene que hacer, tenemos los botones de Alemania y Francia, que también han recortado beneficios y derechos sociales. Poco importa que estos gobiernos sean conservadores y nada tengan que ver con las pasadas veleidades izquierdistas de su homónimo español. Sin embargo, podemos entrever otras intenciones al observar que la puesta de largo de la reforma laboral coincide casualmente con el estreno de la selección española en los Mundiales de Sudáfrica (16 de junio de 2010) y que se remodelará próximamente el gobierno según se enfoque el debate sobre el estado de la nación o el proceso de clasificación de la “roja”.

Y es que el objetivo supremo es otro. La pura y dura conquista y mantenimiento del poder reside detrás de este “todo vale”. Es más que probable que el presidente Zapatero ni dimita ni convoque elecciones adelantadas en un momento inoportuno para él. Siempre tendrá como norte terminar la legislatura “como sea”, tal y como le manifestó al presidente de Cantabria recientemente. Como sea se alcanza el poder y como sea se mantiene. Y al precio que haga falta. Sería una ingenuidad pensar que no guarda un as en la manga. La crisis económica no será capaz de resolverla y, de hecho, la situación de España en el año 2012 será bastante más compleja que la de hoy, pero se sacará algún sonado éxito para investirse como candidato factible.

Es una reedición de la resistencia numantina. Aguantar lo inaguantable, sostener lo insostenible… enfrentarse a un destino marcado de antemano. Lo razonable sería ahorrarnos y ahorrarse sufrimientos, pero cuando alguien alcanza el poder a cualquier precio no está, precisamente por ello, dispuesto a soltarlo nunca. Pobre España y, de rebote, pobre Europa septentrional, siempre situada entre la sonrisa y la complacencia ante lo que ocurre en su sur. No es casual que justo en estos días España y Portugal hayan celebrado con fuegos fatuos y oratorias grandilocuentes su ingreso en Europa. Un cuarto de siglo de reticencias y encuentros. Ahora parece que retornan las desconfianzas ante los riesgos que acompañan a los socios meridionales.

El numantinismo ibérico será tanto más desesperado por cuanto su crisis no sólo se mide en términos de déficit: la clave del espinoso asunto reside en una acuciante y progresiva falta de liquidez. La creciente falta de solvencia del Estado español se refleja en su deuda pero, en realidad, ésta en su exhausta caja. Tiempo al tiempo.


(También publicado en CaféBabel.)




12.5.10

LA LLAMADA DE OBAMA O "YES, YOU CAN"

Impresionante. La Unión Europea ya le había dado un serio "toque" al presidente español, siempre tan ajeno a todo lo que sea una política exterior de adultos. La verdad es que no hizo el menor caso. Pero el 12 de mayo el presidente Barack Obama llamó por teléfono a Zapatero. Es de suponer que con traductores por medio, habida cuenta de que el exquisito inquilino de la Casa Blanca no tiene ni idea de español (a diferencia de Bush que chapurreaba algo) y habida cuenta del nulo nivel de inglés de su homólogo español (a diferencia de Aznar, que habla un inglés regularcito pero que, en todo caso, resulta perfecto en comparación al de nuestro amado ZP). Los traductores se han ganado el sueldo: el mensaje ha llegado alto, claro... y bien duro. Obama le ha sugerido a Zapatero que tiene que cambiar de dirección y éste, en menos de 24 horas, ha dado un volantazo hacia la derecha que hace palidecer hasta a los neoliberales. No recuerdo ni a Felipe González ni a José María Aznar reduciendo los sueldos de los millones de funcionarios de este país; los congelaron, pero nunca los bajaron. Tampoco recuerdo recortes semejantes en logros sociales que, bien o mal, han configurado nuestro estado del bienestar.
Como correrán ríos de tintas sobre estas medidas -que, probablemente, no van a ser las últimas- tan sólo señalaré tres cuestiones para la reflexión:
En primer lugar el "seguidismo" extremo de Zapatero con respecto al presidente Obama, que deja en pañales las relaciones entre Aznar y Bush, o las de Felipe González con Reagan. No reprocho al presidente español que haya entendido que las buenas relaciones con los EE.UU. son vitales. Lo que me deja asombrado es que el tizón europeo del satanizado EE.UU. se haya plegado con tanta servidumbre. Podía haber esperado unos días para disfrazar un poco la conexión directa entre la llamada de Obama y la poda de derechos sociales. La foto de las Azores ha pasado a la historia, sin duda.
En segundo término, cabe dudar -y mucho- que las rebajas salariales de millones de españoles, los recortes de medicamentos para los mayores, la congelación de pensiones o la retirada de inventivos a la natalidad nos saquen de la crisis. Todo ello no va a provocar otra cosa que una contracción de la demanda, un descenso del negocio de las ya asfixiadas empresas y, probablemente, más desempleo. Tal vez, las prisas en la conversión neoliberal de Zapatero no le van a conducir a otro sitio que a un callejón sin salida. Una congelación de salarios públicos, una disminución de los ministerios (el de Igualdad, el primero), quedarse sólo con un vicepresidente (o vicepresidenta) y una drástica reducción de "puestos de libre designación" aligerarían el presupuesto de gastos superfluos. Sería saludable que lo acompañara de una congelación de las generosísimas ayudas a la banca (aún a sabiendas de que paga las campañas electorales) y una rebaja de impuestos para la pequeña y mediana empresa. Esas medidas, no siendo populares, al menos se entenderían razonablemente. Lo que resulta difícil de comprender es el castigo económico sobre millones de españoles, mientras el dispendio accesorio sigue abierto y hay sueldos públicos acumulados que rondan los 20.000 euros al mes. El más de medio millar de "asesores" del presidente del gobierno siguen ahí.
Por último, la "caída del caballo" de nuestro san José Luis ha puesto a los sindicatos en el disparadero. Que hubo matrimonio entre sindicatos y gobierno parece evidente sobre todo ahora, cuando hasta periódicos progubernamentales reconocen que hay "divorcio". Lo que no se esperaban los bien pagados cónyuges es que el "cabeza de familia" se apuntase al maltrato físico en forma de latigazos a las conquistas sociales. Que no hay nada peor que un converso ya lo sabíamos, pero que la conversión sea tan deacarada como desorejada resulta alucinante.
La cacareada "memoria histórica" se va a quedar en lo que siempre fue: un instrumento ideológico al servicio de la política partidista. Ni un duro habrá ya para fosas, después de los 60.000 euros gastados en la presunta tumba de Federico García Lorca. Habiendo jugado con los muertos, poco importa ya hacerlo con los vivos. No hay un duro para nada porque ya lo habían gastado en chorradas (léase: gasto no reproductivo) como el Plan E. Crudo lo va a tener el PSOE si no articula un cambio interno porque Zapatero se irá (incluso de rositas), pero el partido se va a quedar a gestionar los rescoldos de la bacanal zapaterista.
Y todo por una llamada. La llamada de Obama. Y la respuesta de un hombre que, rendido, se giró ante su interlocutor, desabrochó su cinturón y pronunció las incontenibles palabras del deseo: "Yes, you can".

17.4.10

La Tercera España

Mucho se ha hablado de las dos Españas. Tal vez hayamos hablado tanto de ellas que las hemos convertido en un estereotipo con capacidad explicativa de nuestra historia contemporánea. Liberales y carlistas, progresistas y moderados, revolucionarios y dinásticos, rojos y azules, izquierdas y derechas… Incluso hoy en día, instalados ya en una sociedad tan compleja como posindustrial (aunque con escasa movilización civil), parecen haber resucitado las trincheras de dos bandos que, bajo definición de algunos, resultarían irreconciliables y condenadas a un inexorable porvenir en el que una parte ha de imponerse absolutamente sobre la otra. Se empeñan hasta en dinamitar la mera coexistencia de ambas dentro del tren de la historia que, por cierto, discurre en una sola dirección y no admite billetes de ida y vuelta.

A pesar del predominio de las simplezas en ese paisaje de blancos y negros, no son pocos los que han acariciado la evidencia de la complejidad del problema distinguiendo una tercera España. El historiador Paul Preston, en su ensayo Las tres Españas del 36, supo destacar la presencia de una tercera España a través de la selección de algunos de los intelectuales de la época como, por ejemplo, Salvador de Madariaga. Ciertamente, aquel cosmopolita español fue criticado por unos y otros recibiendo, a partes iguales, las acusaciones de traición a la República socializante y a la España que amanecía en el horizonte de la Europa de los fascismos. Desde los campos atrincherados se disparó con igual saña sobre los templados campos de una cierta equidistancia. Ningún bando echó un vistazo sobre sus respectivas trastiendas: nadie quiso reconocer las checas, las matanzas, el aceite de ricino, la represión, las violaciones, el asesinato de Andreu Nin o el oportuno fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Algunos, incluso, justificaron estos excesos mediante difíciles piruetas dialécticas.

Muchos años más tarde, asistimos a un espectáculo mediático marcado por una resurrección escenográfica de las dos Españas, que vuelven a demostrar sus deseos de destruir al enemigo a cualquier precio. Hoy ya no existen realmente dos Españas, ni siquiera tres. Es probable que estemos hablando de varias más: sin ir más lejos, la España inmigrante que no tiene complejos de portar la bandera del país que le ha acogido porque nadie les critica por ello. El aludido espectáculo –como todo buen espectáculo- tiene sus estrellas, con sus virtudes de originalidad y sus vicios de narcisismo alimentados por la vanidad del reconocimiento público. Lo curioso es que los actores de esta pista del circo del estrellato no tienen unas remuneraciones precisamente modestas, ni se encuentran asfixiados por una hipoteca a la que no pueden hacer frente por encontrarse en el paro. Los acomodados representantes de las dos Españas andan a la gresca mientras los españoles de a pie asisten impertérritos a la judicialización de la política, a la politización de la justicia, al negocio de los sentimientos y a una mutua caza de brujas.

El caso del juez Baltasar Garzón viene de largo. Probablemente se remonte a la década de los noventa, cuando el famoso juez jugueteó con la política para, de inmediato, retornar a la Audiencia Nacional promoviendo asuntos contra el mismo gobierno que, en su día, lo llamó a sus filas. Es significativo que los apoyos tácitos del actual presidente José Luis Rodríguez Zapatero a favor de Garzón no sean secundados tan efusivamente por el ex presidente Felipe González. Todo un dato.

Ya iniciada la primera década del siglo XX, Baltasar Garzón se empeñó en procesar al dictador Pinochet y en buscar crímenes contra la humanidad mucho más allá de las fronteras españolas. Fracasada la viabilidad de la implantación de una justicia internacional y de la forja de un curriculum en ese campo, Garzón valoró las posibilidades de una judicialización del pasado doméstico. Muchos historiadores se asombraron ante la necesidad de requerir el certificado de defunción de alguno de los presuntos responsables de las matanzas de la guerra, al resultar hechos históricos probados. Pero más aventurada fue la aplicación del término genocidio para calificar el conjunto de muertes y represiones ejercidas por una España sobre la otra. Ningún historiador serio ha utilizado ese término en relación a las barbaridades perpetradas por los dos bandos durante la guerra civil porque, sencillamente, nadie tuvo la pretensión de eliminar físicamente a medio país; bastaba sólo con imponer un nivel de terror suficiente como para que el silencio sepultara las ideas del contrario. Pero las verdades que se desprenden de la historia no parece que sean ni objeto ni objetivo de este espectáculo.

Los propósitos de Garzón se han ido aclarando en la medida en que los actores han desarrollado sobre el escenario los papeles asignados. Unos no tardaron en criticar lo que estaba haciendo el juez al remover hasta la defunción de Francisco Franco; otros le han apoyado desde el primer momento y son los que no han tenido empacho alguno en organizar actos públicos de apoyo al juez. A favor o en contra, no caben medias tintas. Dos Españas. En medio de ambas, se lamenta una tercera que no acierta a comprender ni las reticencias de un empresariado que no se atreve a invertir por falta de confianza (supuestamente identificado con la caverna), ni la eficaz rapidez de los sindicatos a la hora de convocar un acto de apoyo a Garzón, mientras padecen algo parecido a una esclerosis a la hora de movilizar a los trabajadores asediados por el espectro del desempleo que ya supera holgadamente los cuatro millones de parados.

Pero el espectáculo debe continuar. Tras el primer acto, la obra ha dado un giro inesperado al haber sido sentado en el banquillo el que con tanta insistencia buscaba la certificación oficial de la muerte del antiguo jefe del Estado. Se le acusa ni más ni menos que de prevaricación. Asumir la competencia de juzgar los crímenes del franquismo puede resultar pintoresco, habida cuenta del tiempo transcurrido, de la prescripción de los delitos y de las sucesivas leyes de amnistía. Por no hablar de la presunción de inocencia o la hipótesis plausible sobre la reinserción de los viejos matarifes habida cuenta de que no han reincidido durante décadas. Tal vez pudo haber extralimitación de competencias, pero la acusación de prevaricación suena a melodía de exageración típicamente hispánica. Como los dos personajes garrulos que se están dando de bastonazos en el célebre cuadro de Goya. Los duelos a bastonazos se dan en España enterrándose los litigantes en el suelo –para no escapar- hasta conseguir la muerte del otro. Tan deplorable como triste.

Tan triste como las dos Españas que no se resignan a superar las historias oficiales en las que unos son los buenos (absolutamente buenos) mientras los otros son los malos (los enviados del infierno). La calificada como ley de memoria histórica abrió un hueco suficiente para las apetencias, los rencores, las venganzas y las oportunidades de aplastar la cabeza del otro. La vieja historia oficial del franquismo y la nueva historia oficial antifranquista. España aún no ha sabido –o querido- mirarse en el espejo de su historia para reconocer sus virtudes y defectos. Los españoles se lanzaron a matarse unos a otros en 1936. Hoy día, en otro contexto material y en medio de un mundo globalizado que nos está planteando urgentes retos de futuro, don Quijote piensa que es más listo que su subordinado Sancho Panza y éste, apegado a sus garbanzos, sabe de la locura de su caballero y le deja abierto el camino hacia su patético final. Españoles todos.

Ni los que están a favor, ni los que están en contra de Garzón se toman la mínima molestia de contemplar a España desde el exterior con ojos ajenos. Ni siquiera conocen el reciente libro del brasileño Roberto Mangabeira Unger titulado España y su futuro (Ediciones Sequitur, 2009). En sus páginas afirma certeramente lo siguiente: España, un país relativamente pequeño, se está convirtiendo, debido a la escasa imaginación de los que detentan el poder, en un país simplemente pequeño.

Ni más, ni menos.

21.2.10

Arrimar el hombro

Tal vez sea esta una de las expresiones más recurrentes desde hace ya algunos meses. Su éxito no ha sido fácil: consiguió imponerse en dura competencia frente a otras del tipo "brotes verdes" o "acontecimiento planetario" que, aunque tuvieron sorprendente vigencia, cayeron pronto en desuso ante los contundentes reveses propinados por la realidad. Esto de "arrimar el hombro" parece haberse convertido en divisa gubernamental, en santo y seña de una tropa sin oficial al frente o, quizás, en palabra clave que reparte responsabilidades y permite escurrir el bulto a los que han traído los lodos del paro y del déficit.

No me atrevo a realizar un juicio sobre esta expresión (como no nos atrevemos ya a tantas cosas), pero un buen amigo que gasta cierta sorna me ha escrito una breve carta que no me resistido a reproducir:

"Querido amigo:
Celebro que los perseguidos aún nos mantengamos en pie. Creíamos que la libertad siempre estaba segura una vez alcanzada. Se ve que no, que los silencios pueden amarrarse a fuerza de condenas implícitas y oportunos ostracismos dictados desde la legitimidad democrática. Tras aislarnos como apestados, ahora parece que nuestro concurso resulta ineludible para la buena marcha del país. Hay que 'arrimar el hombro', se nos dice. Puede que ese sea el camino. Y puede que, aunque no lo sea, el solo hecho de trabajar juntos se justifique éticamente por sí mismo. Y puede que sea una mera añagaza; no es la primera y, hasta que llegue el final, tampoco será la última.

Pero los que nos resistimos a prescindir del pasado para entender el presente nos hacemos varias preguntas que se resumen en una: ¿dónde estaba la oposición -la que debía haber 'arrimado el hombro'- los días 12 y 13 de marzo de 2004, cuando el país se enfrentaba a una situación excepcional?

Piensa en ello. Tuyo, como siempre..."

Bueno, pues me he puesto a pensar en ello, querido amigo alojado durante años tras el denominado "cinturón sanitario".

7.2.10

La crisis de confianza

Por fin comienza a verse claro el carácter propio y singular de la crisis económica que atenaza a España. Durante meses no han faltado los que comparaban nuestra situación con la de otros países. Esta era la línea preferida y preferente de los exégetas de las palabras del presidente español y sus más perfectos hagiógrafos. Después de una borrachera de estadísticas y promesas al aire, empieza a vislumbrarse que la base de la crisis no es otra cosa que una crisis de confianza que, por cierto, no hace otra cosa que manifestarse crecientemente día a día.
Visto en perspectiva, la cosa tiene su lógica. No se trata de una pérdida de confianza injustificada a partir de uno o dos detalles mal interpretados. No es un desencuentro irracional. Desde el exterior, España ha hecho sus deberes sobradamente en materia de descrédito. Cambió de gobierno en el año 2004 convulsionada por un inesperado ataque terrorista que produjo un efecto devastador contra el entonces ejecutivo español, con la ayuda de la desafección de la entonces oposición. Poco después, el nuevo gobierno entendió la gerencia del país como un enfrentamiento radical contra los Estados Unidos al retirar unilateralmente y por sorpresa las tropas de Irak (antes del 30 de junio), sin olvidar aconsejar a todos los países presentes en el conflicto que debían seguir el ejemplo español dejando sólo al entonces presidente Bush. Nadie hizo el más mínimo caso, pero los españoles siguieron tan contentos aquella senda de quijotismo chulesco poco compatible con los tiempos globalizados que corren.
Más allá, el gobierno entendió que la democracia consistía en encerrar dentro de un "cinturón sanitario" al principal partido de la oposición, aliándose hasta con el más ínfimo diablo con tal de perseverar en su propósito de aislamiento. Por si fuera poco, entendió la negociación con la banda terrorista ETA como un indefinido camino sin retorno en el que las víctimas se antojaban incómodos obstáculos al diálogo. Era el momento de los "hombres de paz" que comprendían perfectamente el valor de la sangre ajena como moneda de negociación para intereses propios. Siguiendo un rebufo de expansión económica, el gobierno no tuvo ni un minuto de desvelo por la marcha material del país. El funcionamiento de nuestra economía era algo automático que nos iba a conducir a superar a Italia y, en "tres-cuatro años", a la propia Francia. Todavía resuenan los ecos en las paredes del hotel neoyorquino en el que se pronunciaron aquellas sandeces.
Luego vinieron los famosos 400 euros como forma cutre -pero eficaz- de ganar unas elecciones de 2008. Desde entonces, ya no hay 400 euros. Poco más tarde, vino la presentación de Chikilicuatre en Eurovisión, con las mismas bendiciones de una RTVE que, ahora, en 2010, ha cortado por lo sano la candidatura de otra impresentable para no hacer el ridículo. Los signos de los tiempos. ¡Qué felicidad aquella cuando las mulatas bailaban el chiki-chiki con las bragas en la mano! ¡Cómo encandilamos a toda Europa con nuestra creatividad! Pura marca España.
Pero no había más que leer cierta prensa inglesa (The Economist desde 2007) para darse cuenta de la ceguera en la que estaban sumidos los españoles. Llegó la crisis y, con ella, el Plan E, los generosísimos avales a los bancos y una generación de paro sin precedentes. Se voceó la consigna de la tranquilidad, se vieron brotes verdes, se llamó de todo menos bonito al que viera más de 4 millones de parados en el horizonte, etc.
Lo ocurrido en la primera semana del mes de febrero de 2010 ha sido la puesta de largo de un escenario en el que, probablemente, tenga lugar un buen baile victoriano en el que casa uno va a ocupar su sitio. España, gracias a la dirección de su gobierno, carece de credibilidad internacional. Maquillar primero las cifras de déficit para tener que reconocer y pasar de un 9 a más de un 11% no ha favorecido las promesas de seriedad de España. La descapitalización de la bolsa española ha sido otro síntoma. La reducción de cotizantes a la Seguridad Social y el nuevo crecimiento del paro, otros signos de los tiempos que vienen. Las respuestas han sido tan "serias" y "socialdemócratas" como aumentar las retenciones de impuestos haciendo que buena parte de las nóminas y las pensiones se reduzcan con respecto al mes de noviembre pasado. También ha sido muy "socialdemócrata" el aumentar la edad de jubilación y otra medida curiosa: una ampliación de los años de cotización de 15 a 25 años que ha ido apareciendo y desapareciendo como el Guadiana. Pura y creíble seriedad. Confianza.
Ahora se ha anunciado una reforma laboral que, por lo visto, ha arrancado contentando a todos. Un buen amigo -que suele ser bastante prudente- se ha atrevido a pronosticar que la cacareada reforma laboral va a ser tan estéril como el Plan E a la hora de resolver los problemas planteados. Y creo que tiene razón. Como la tiene el ministro Corbacho al que todos le quieren colgar el muerto de la "reforma laboral". Dice, con razón, que esa sola reforma no significará la salida de la crisis. Efectivamente: debe acompañarse con medidas de ajuste estructurales y nada gratas. Y no creo que los actuales gobernantes se atrevan a ponerle esos cascabeles a un gato que ha ronroneado hasta ahora, pero que puede arañar si le pisan el rabo.
Las facturas suelen pagarse. Ahora comenzamos a pagar algo de lo que ya no nos acordamos. Y el cargo bancario ha venido distinguido con el concepto "crisis de confianza". Seguro que todavía hay quien se preocupa de las causas de los piratas somalíes, del calentamiento global, de las utopías perdidas, de las bondades del entrañable Hugo Chavez, de la cosmovisión de Evo Morales y de la santidad laica de Fidel, de los molinos de viento y de las buenas intenciones de la conjunción planetaria entre Obama y Zapatero. Dos liderazgos del siglo XXI que son la esperanza de millones de habitantes del planeta. Que sigan pensando así, que el pensamiento es libre. Incluso es posible que los que así ven el mundo hayan percibido algún rayo cósmico en el mágico -y conservadoramente religioso- desayuno de oración al que Zapatero asistió como representante de la presidencia de turno de la UE. Afganistán agradece sinceramente el suministro de paz que le está dando la pacífica España; sentimiento que es recíproco como todo el mundo sabe.
Una pregunta: ¿alguien sabe si el expresidente José Maria Aznar hubo de tragar asistiendo al dichoso desayunito con ocasión de la presidencia española de 2002 (de enero a julio)? A la fecha, la respuesta es negativa y por eso pedimos ayuda universal de ratificación. Si eso hubiera ocurrido, todavía estaría la izquierda recordándolo en la misma reserva iconográfica donde cuelga la foto de las Azores. Por cierto, el presidente estadounidense visitó Europa (2001) recalando en primer lugar en España. Y sin desayunos oradores que recuerdan a las antiguas fiestas de comunión, cuando se daba un café y unos dulces por toda celebración. Corrian otros tiempos, sin duda. Obama ni siquiera viene en mayo. ¡Qué cosas! ¿Dan por amortizado a alguien?
Las cartas están ya marcadas, aunque haya quien piense que no pasa nada, ni nada viene de la nada. Y quien critica la nada, es que nada contracorriente. Y que la retirada de Irak ya está olvidada. Y que Israel no tomó nota de los pañuelitos inoportunos. Y que los guiris no se enteran de nada. Y que todos, menos Zapatero, están equivocados por malintencionados, torticeros y antipatriotas crispadores... Eppur si muove.