25.7.10

LA ANOMIA Y LA TENTACIÓN FASCISTA

Si hay una estación que invita al sueño, a la despreocupación y a una suave -casi suicida- hibernación de los sentidos, probablemente sea el verano. Si las altas temperaturas seducen la pereza, en un país tan singular como es la España del verano de 2010 surgen por doquier motivos para la reflexión y motivos para la inquietud que, de inmediato, se adormecen. Eso gana el gobierno: el tiempo del verano para seguir usufructuando ("cueste lo que cueste") el poder. Pero, pese a todas las siestas más o menos colectivas, lo cierto es que hay motivo. Si, "hay motivo"; ahora sí.


"Hay motivo" les gustaba propagar hace unos años a los cuatro vientos a los propagandistas de la propaganda de "izquierda" de este país. Ahora guardan silencio en este solar patrio que han hecho suyo. Como un cortijo. Su patria se compone de un solar en términos de desolado mercado de trabajo que, por lo visto, a ellos no les afecta, bien rellenados de subvenciones para sus iniciativas culturales de carácter particular. Parece que España ya es patria, habida cuenta que podemos portar la bandera española sin ser tachados de franquistas. De algo ha valido el ser campeones del mundo de futbol y las victorias en el tenis o en el Tour.


Rodríguez Zapatero, no obstante, se abstuvo de asistir a la final futbolística del 11 de julio para evitarse un baño de españolismo, muy inconveniente en estos momentos de irritación catalano-montillesca. Tampoco se iba a perdonar el ser tachado de gafe si las cosas salían mal. Bastante crudas andan las cosas como para vincular la imagen del presidente a un nuevo fiasco. Lo calculó bien: la victoria evaporó el posible debate sobre su presencia. Con ver sus saltitos al lado de la selección campeona tras su regreso a Madrid ya fue bastante. Bastante patético, hemos querido decir.


Sólo el reblandecimiento de cerebro propio de nuestro verano nos ha permitido asistir a un sinfín de espectáculos políticos escandalosos sin que nadie haya movido un músculo de protesta. La imagen de la vicepresidenta del gobierno en pleno Parlamento pasándose el dedo índice por el cuello en gesto amenazador contra un diputado nos recuerda la escenografía de El Padrino. Será que ha llegado el momento de las madrinas de acuerdo con las directrices marcadas por el Ministerio de la Igualdad. Ya saben: "ningún hombre será más que yo".


Pero el que se permite ir de sobrado es nuestro querido presidente. En un soporífero 25 de julio no ha dudado en afirmar a El País: "He pasado malos ratos y noches sin dormir por la crisis". El vigilante, el eterno centinela, el que nunca duerme preocupado por todos nosotros... el único líder. Y fíjense si es único que si él (Él) no nos saca de la crisis, nadie será capaz de hacerlo. Por tanto, no queda otra opción que seguir votándole, única verdad posible y verdadera. La oposición se queda como una ficción democrática porque él (Él) y sólo él (Él) es la encarnación del camino, de la luz y de la legitimidad. Todo el que no esté con él (Él) es un antipatriota que se alegra de la crisis para que el PP pueda ganar algún día. Este mismo argumento, llevado a un extremo, sugiere incluso la conveniencia de no convocar elecciones. Total: ¿la libertad? Libertad, ¿para qué?


Se han cumplido diez añitos de la permanencia de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la Secretaría General del PSOE. Un carísimo vídeo editado para la ocasión recoge, en otras, frases suyas como aquella que decía "Cuando hable, que hablo por todos vosotros. Cuando trabaje, que trabajo por todos vosotros. Cuando gobierne, que gobernaré por todos vosotros". Eso lo decía ante los correligionarios. Con razón se lanzó a construir un cinturón sanitario en torno al PP nada más llegar al poder. ¿Se acuerdan de aquello de que "el PP está sólo"? Ahora el problema no es la soledad del PP, sino su hombro. Ese que no arriman los muy fascistas y traicioneros de la esencia de nuestra patria. Esos que rechazan la configuración ad hoc de la memoria histórica; esos que sobran de nuestra querida España. De su querida España controlada desde Moncloa con pilotaje remoto desde la Casa Blanca.


El centinela, nuestra voz, nuestro deseo, nuestro anhelo... el que nunca duerme velando por todos nosotros. Se muestra como la víctima de un poder que nunca quiso y que, si lo ostenta, es por nuestro bien. El gran sacrificado evita mostrar su real imagen de gran sacrificador. El poder no lo soltará nunca. Pese a quien pese y cueste lo que cueste que, obviamente, serán los pensionistas y los trabajadores los "paganos" de esta mofa. Una viuda ha podido ver su pensión reducida en 200 euros y no necesita presumir sobre su falta de sueño. A un parado con dos hijos se le cambia la cara al ver cómo transcurren los meses sin encontrar un nuevo sustento. ¿Demagogia? No. Demagogo es quien sin conocer de cerca la situación personal de estas personas piensa que estas palabras son demagogia y va a seguir votando a su dios de la "izquierda" en la próxima convocatoria electoral.


No va tirar la toalla, dice el líder (Líder). El oráculo ha hablado para ratificar su adanismo. No hacía falta que lo jurara. Quien llega al poder aupado por un baño de sangre encrespado con crispación programada es evidente que no va a abandonar el poder nunca. Esto ya lo sabemos. Tampoco hacia falta hacerse pasar por una pobre víctima de la crisis, cuando él (Él) decidió conceder decenas de miles de millones de euros a la banca en avales (buena parte de los cuales se han ejecutado ya). Y entonces no le entró insomnio.


Cuando elevó las retenciones por el IRPF a los pensionistas no tuvo que contar ovejitas para dormirse. Con la reforma laboral no le ha temblado el pulso, al igual que a su lugarteniente Pepe Blanco en su eterna amenaza de militarizar a los controladores aéreos. A estos partidarios de la militarización de todo lo que no funciona como ellos disponen les recordaría un poco la historia reciente de nuestro país. Y también les formularía una pregunta: si los militares son tan aptos para sustituir a los funcionarios, ¿no valdrían también para sustituir a ciertos políticos?


No se asusten, ni se rasguen las vestiduras. No soy yo el partidario de militarizar a nadie. Bastante hemos conseguido con que cada uno se dedique a lo suyo. Lo que irrita son las ocurrencias de estos padres de la patria, siempre vigilantes, siempre sacrificándose por nosotros al frente de sus cargos públicos, pero sentados en tapicerías de cuero caro. Ni siquiera se sonrojan en militarizar servicios públicos como en la época de Franco y los primeros meses del posfranquismo. Tal vez su problema no sea de sueño. Quizás su auténtico problema sea la ausencia de vergüenza. Y puede que esa ausencia sea tan total que lo mejor que podemos hacer es seguir sesteando el verano mientras nuestro líder (Líder) permanece incólume, ocupado, trabajando y velando. Ave César, centinela de occidente.
Algunos terminarán rememorando a George Orwell. No lo digo por su 1984; lo digo porque gustaba describirse a sí mismo como un "Tory anarchist".