26.7.11

LOS PELIGROS DE UN ALMA DE CÁNTARO

La última de ayer que no será la penúltima de pasado mañana. Empeñado en salvar al mundo mientras la casa se le cae, el presidente Rodríguez Zapatero ha dado unas cuantas recetas para impedir la repetición de una tragedia como la ocurrida en Oslo. La frase estelar que no falte: “no es la locura la que lleva al fanatismo, sino es el fanatismo lo que conduce a la locura asesina”. Zapatero dixit. Un nuevo descubrimiento para la historia de la humanidad.




Hace unos meses –ante las elecciones municipales- parafraseó a Manuel Azaña para sentenciar: “España es un país de grandes sorpresas y de reacciones inesperadas”. Y tanto: todavía se tienen que estar preguntando algunos socialistas cómo han podido perder ciudades-feudo de toda la vida. En el mes de noviembre de 2007, con motivo de la presentación de las obras completas del que fuera presidente de la Segunda República desde 1936, Zapatero dijo que “la España que buscaba Azaña es la que más se parece a la actual”. Interpretaba así el pensamiento ajeno a través de tiempo, probablemente en algún tipo de trance o viaje astral que le condujo a ponerse en contacto con el mundo de los muertos.




Desconocemos sin en el futuro algún político recordará a Zapatero y sus sueños, aunque caben dudas razonables. Pero lo que sí parece claro es que el jugueteo de los políticos con los que ya no están para justificar su posición no es nada nuevo. Franco montó toda una mitología en torno a José Antonio. Fidel Castro hizo lo propio con Ernesto Guevara, omnipresente en La Habana y con un museo a su disposición. Zapatero lo hace a su modo. Olvida a Indalecio Prieto, entierra de nuevo a Alcalá Zamora, se envuelve de Negrín y hace de médium con Azaña (ese magnífico amigo de Negrín, por cierto). Pobres muertos y pobre Azaña.




Lo curioso de la comparecencia de Zapatero es que recordó otros atentados del pasado: “No podemos seguir la agenda como si fuera un hecho más. Como no lo fueron los atentados en Madrid (2004) o Londres (2005). La reacción política es lo que deseo que lidere la UE y es lo que necesitamos”. Pues eso está muy bien: combatir el terrorismo y la locura fanática. Debe de ser algo nuevo en quien, tras acceder al poder, retiró las tropas enviadas a Irak como respuesta directa y deseo de apaciguamiento de los terroristas. Debe de ser un umbral inédito a transitar para quien cree que la negociación con quien asesina es la mejor vía para solucionar los problemas o mejorar los sondeos.




Probablemente Rubalcaba –que todo lo piensa- sabe sacarle partido al asunto. A ver: Anders Behring Breivik criticaba a Zapatero; Mariano Rajoy, también. Un atentado, además, contra el partido socialdemócrata noruego. Blanco y en botella. Rajoy, Aznar, Franco y Breivik seguro que tienen alguna relación. A calentar motores para la campaña electoral. ¿Se acuerdan del PP simbolizado en un perro rabioso y baboso ladrando entre colmillos?

10.7.11

EL BOLUDO DE LA BANDERA

No pocos han sufrido en sus carnes la herida de haber acertado antes de tiempo. Suele ser peligroso abrir la boca para anunciar una mala nueva mucho antes de que alguien pueda averiguar su mero advenimiento. Como poco, genera incomprensión; habitualmente, granjea enemistades. El asesinato del mensajero suele tener un atractivo reparador en quien lo ejerce. Nada nuevo bajo el sol hispano y de parte del extranjero.

Joaquín Leguina ha escrito un libro bastante oportuno titulado "El duelo y la venganza. Los itinerarios del antifranquismo sobrevenido" (Madrid, La Esfera de los Libros, 2010). Sus páginas contienen no escasas verdades y tienen la virtud de haber acuñado un término necesario: el de "antifranquistas sobrevenidos". Con respeto a la ecuanimidad, Leguina recoge unas acertadas palabras pronunciadas por Rodríguez Zapatero cuando dijo que "...acertar antes de tiempo es también equivocarse...". Probablemente dijera eso como una ocurrencia de tantas u otra improvisación al aire. Tal vez lo afirmase desde la convicción de ser él un buen matador de mensajeros. Quizás fuese otra frase del violinista del Titanic con el que tantos puntos en común tiene nuestro inolvidable presidente en eternas funciones.

Lo importante es que lo dijo. Y tenía razón.

Y añade Leguina al respecto un simpático comentario de un argentino que textualmente dice:

"Cuando en una gran manifestación de masas un tipo va al frente de ella con una bandera, si camina a un metro de la gente es 'el abanderado', pero si va solo y treinta metros por delante, es el boludo de la bandera".

Aquí quien habla un poco se convierte en el boludo de la bandera, sobre todo aquellos que no pretenden ser abanderados de nada. El resto se acomoda entre el silencio almohadillado de la mayoría y el abanderamiento de los listillos de la imagen.

Pero no nos resistimos a decir que es bastante probable que nos ahorremos unos cuantos disgustos adelantando las elecciones y, de paso, se los ahorre también ZP. Es decir: que somos unos boludos de la bandera sin remedio. Los "demócratas" nos aconsejan la autocensura, lo políticamente correcto y el silencio si la melodía va a ser contraria a sus intereses. Viva la democracia; adios, libertad.