25.10.09

ZAPATERO Y EL COMITÉ FEDERAL, O SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA

Parece ser que el tiempo proporciona nitidez a los acontecimientos del pasado. Miro entre los papeles cómo en enero de 2003 un juez decretó prisión para 16 acusados por pertenecer a Al Qaeda. Dos días después, en el mismo periódico (El País, 29 de enero de 2003), leo que la Coordinadora de ONG Solidarias -que agrupaba a más de 50 entidades de Gerona y el Alto Maresme- expresaba su "indignación" por aquellas detenciones derivadas de la Operación Lago. Acusaban al entonces gobierno del PP de "juego sucio", de xenofobia y racismo por aquellas detenciones contra un posible desarrollo de terrorismo islámico en nuestro país. Cabe sospechar que al menos una parte de los mismos que se indignaron por aquellas detenciones, protestaran casi 14 meses más tarde ante la gestión que el mismo gobierno del PP hizo de los atentados de Atocha.

Días después, el tres de febrero de 2003, Maruja Torres publicó en El País un artículo titulado Operación Decencia en el que vertía todo tipo de alabanzas sobre la ceremonia de los Goya. Allí, los que Torres denominaba como "cómicos" (en realidad, actores y actrices premiados y no mal remunerados) se pronunciaron públicamente contra la guerra, contra el Prestige y contra "...el paro; el engaño; la irritación; la estafa. Sí, sobre todo la estafa". También cabe preguntarse si existe alguna conexión entre los silencios actuales sobre la presencia española en el Líbano o Afganistán y las grandes cantidades de dinero público que se han destinado a determinado cine español (el cual, por cierto, no deja de ser una iniciativa privada sostenida con déficit en el último ejercicio).

En fin, el transcurso del tiempo suele ser letal para la mentira, pone en evidencia la ligereza, divorcia las amistades artificiales, evapora los discursos vacíos y arroja los despropósitos al cajón más inconfesable de la historia. Obviamente, sin ese tamiz del tiempo, los acontecimientos recientes parecen hasta importantes envueltos en sus ropajes de actualidad. Y no me resisto a pensar en cómo interpretaremos dentro de unos años el cierre de filas del Comité Federal del PSOE en torno a su secretario general (el presidente Rodríguez Zapatero) que ha tenido lugar hace poco más de un mes, entre el 19 y el 20 de septiembre de 2009.

Un amigo, que tiene cierta gracia, suele comentar que el abandono de su infancia tuvo lugar el mismo día en que comprobó que no es el lobo el enemigo de Caperucita, sino que ésta es capaz de devorar al lobo, mancillarlo y hacer un buen negocio casándose con él y, luego, divorciándose de sus pellejos. Entrando en el campo de la política, siempre afirma que prefiere los claros aullidos del malvado lobo que los arrumacos fragantes de la inocente Caperucita. Puro refranero: "De las aguas mansas líbreme Dios, que de las bravas ya me libro yo". De las dos opciones, parece poco discutible que el todavía presidente del gobierno se ha decantado por elegir el papel de Caperucita, probablemente por tomar distancias de presuntos "lobos" como Felipe González (al cual también se le conocía como "zorro" por su astucia) o José María Aznar (al que culparon y calificaron de todo).

Supongo que ya nadie niega la evidencia de la crisis (esa que anunciaron los antipatriotas) y que parece que las cosas no marchan excesivamente bien. Los brotes verdes de antes del verano se han marchitado y ahora, de nuevo, vuelve el presidente a decir que lo peor de la crisis ha pasado, al tiempo que Leire Pajín nos avisa del acontecimiento planetario que tendrá lugar a comienzos de 2010 con la presidencia española (capitalizada por Zapatero) en la UE y la de Obama en los EE.UU. El tufo a voluntarismo es notorio, mientras el presidente afirma que "gobernar es también improvisar" al tiempo que, sin pestañear, sentencia que lo necesario no es una reforma laboral sino una "reforma empresarial".

El Comité Federal ha cerrado filas en torno al capitán de una nave que está haciendo aguas graves. El PSOE le da una generosa razón a un secretario general del que sabe que no es líder, ni marca una dirección clara y viable. Tal vez sea esa disciplina la que debe existir en una organización política, pero en voz baja y en privado son muchos los socialistas que razonan sobre la idoneidad de los caminos que se están transitando. Entre otras cosas porque, de seguir en esta tendencia, no resulta aventurado pensar que la derrota electoral de Zapatero puede condenar al partido a más de un lustro en la oposición. Y, naturalmente, el presidente pasa pero el partido se queda.

La cosa se complica porque, dentro del PSOE, el secretario general ostenta un indudable poder que ejerce con singular habilidad y sin merma de su escasa autoridad. Los silencios a su alrededor se preservan en función de su capacidad para decidir ministerios, subsecretarías o direcciones generales, pero no despierta las adhesiones derivadas de la solvencia. En otras palabras: no son muy numerosos los socialistas que concedan menos crédito a figuras como Felipe González que al actual presidente del Gobierno.

Imagino cómo se leerá este cierre de filas en el año 2018, si es que alguien se toma todavía entonces la molestia de escudriñar el pasado. Parece inevitable pensar que esa lectura se hará bajo la luz de lo que ocurra en los próximos 24 meses. No más.

Si no se corrige un ápice el rumbo, o se confía en que el barco a la deriva llegue a buen puerto por casualidad, sería conveniente pensar si el más que generoso e incondicional apoyo del PSOE no debería tener en el futuro una respuesta honesta, proporcional y recíproca por parte de quien debe comprender que no el poder no es para estar, sino para hacer.