30.12.09

El negocio del sentimiento

En plenas Navidades, con ocasión del día del padre, de la madre, o con motivo de cualquier efeméride resurge el debate sobre si las celebraciones se han reducido a un mero reclamo publicitario para el consumo de los más y el beneficio de los menos. Aunque muchos no estén de acuerdo con ese reduccionismo y algunos defendamos aún la deshilachada bandera del auténtico valor de una celebración sincera, no cabe duda que casi todo se ha convertido en un motivo para hacer caja. Y particularmente suculentos se han revelado los sentimientos como mercancía para hacer magníficos negocios. Un repaso al año que afortunadamente se nos va, deja la amarga huella de un prosaico paisaje donde todo tiene un precio.
Los que entienden que el dolor carece de código de barras habrán asistido atónitos al espectáculo de la frustrada inhumación de Federico García Lorca. En contra de los deseos de la familia -pero con todo el empecinamiento de los que miran para otra parte cuando se trata de exhumar restos humanos de pozos en Toledo- las palas entraron en el suelo para descubir restos materiales que nada tenían que ver con el célebre poeta. Total: unos 60.000 euros de dinero público que han ido a parar a alguien.
Que nos preocupe el cambio climático no significa que tengamos que comulgar con todas las ruedas de molino que, con ese pretexto, nos quieran hacer tragar. Hacer todo lo posible en nuestro entorno por conservar el medio ambiente y legarlo a nuestros hijos en un estado más o menos decente no nos conduce, de manera automática, a creernos hasta los estornudos de Al Gore. Más alucinante es la triste realidad. Veo a nuestro ínclito José Luis en el Parlamento Europeo defender la proliferación de coches eléctricos, pero su coche oficial no destaca por esa característica. Por añadidura, otro espectáculo ha sido el lucimiento de coches de gran cilindrada en la cumbre sobre energía celebrada en Sevilla en enero de 2010.
Los sentimientos parecen conformar un pasto idóneo para las llamas de los que hacen caja hasta de una lágrima. El fútbol y buena parte de los entretenimientos públicos no hacen otra cosa que pulsar sentimientos identitarios para encauzar pasiones telúricas que sería peligroso que estallasen ante las cristaleras de las oficinas de empleo. De los divorcios, mejor no hablar. A los/las que en tiempos se les decía que habían dado un "braguetazo" se les han venido a sumar los/las que ocultan una calculadora en la ropa interior. Con la ley en la mano, beneficiándose económicamente, jugando a ser víctimas públicas y verdugos privados.
No todo vale. Ya que nos quedan tan pocas creencias, por lo menos sigamos resistiendo numantinamente en el baluarte de unas pocas -muy pocas- convicciones. El sentimiento y la sensibilidad nos hace humanos. Y el dolor, por desgracia, los aguijonea.
No todo es objeto de negocio.

8.11.09

Una de piratas: el problema del "Alakrana"

Informaba la BBC el 26 de abril de 2008 de la liberación de los tripulantes del pesquero "Playa de Bakio". Aludía también a los silencios del gobierno español acerca del pago de un rescate y de la cacareada voluntad del mismo para evitar nuevos episodios de piratería sobre buques españoles. En realidad, si creemos a la BBC, se pagaron 1,2 millones de euros que fueron transportados por cinco hombres en una bolsa que fue entregada en el propio pesquero para que se marchasen los piratas somalíes. Un funcionario del gobierno somalí informó de ello cumplidamente.

Parece, pues, razonable sospechar que el gobierno español pagó un cuantioso rescate sin adoptar ninguna otra medida capaz de garantizar eficazmente la seguridad de nuestros pesqueros en el futuro. La prueba de contraste ha sido el apresamiento de otro buque, el "Alakrana". Esta vez cuentan los piratas con un mayor número de tripulantes y la inercia de un gobierno que está más dispuesto a pagar que a correr riesgos. Por añadidura, el gobierno tiene encima la presión de la opinión pública y de los familiares, además de las consecuencias derivadas de la torpeza de apresar a dos de los piratas fuera del buque español. No parece muy claro que puedan ni deban de ser juzgados por la Audiencia Nacional pero, con todo, lo más patético ha sido el espectáculo público de las debilidades de un sistema judicial que estuvo empantanado cerca de una semana acerca de la mayoría de edad de uno de los piratas capturados.

A estas alturas, no le quedan muchas opciones definitivas al gobierno español. Además de ganar tiempo y realizar maniobras de distracción -cosa que hace a la perfección- tiene ante sí dos caminos: o pagar y cerrar el asunto, o intervenir militarmente para conseguir la liberación. La torpe estrategia de contar con dos piratas como moneda de cambio ha resultado ser más una fuente de problemas que un instrumento de solución.

La primera parece la más plausible, habida cuenta de las alturas a las que nos encontramos. Ceder al chantaje soluciona, de momento, el problema, aunque tiene un coste en términos de opinión, humillación (los dos piratas probablemente tendrían que ser devueltos) y posible repetición del episodio en otro buque español (habida cuenta de nuestra facilidad de pago). La alternativa -es decir, la operación militar de abordaje- es más arriesgada y podría suponer un coste en sangre.

Después de cerca de un mes sin haberse ocupado mucho del asunto, al menos a ojos de los familiares más directos y afectados, no parece aconsejable una operación militar que conlleve muertos. Tampoco facilita una acción de esa naturaleza el viaje de destacados miembros del gobierno español a la Argentina para ocuparse, obviamente, de otros asuntos. Pero, por otra parte, la captura de más de treinta hombres les otorga a los piratas la posibilidad de realizar una macabra entrega de asesinados en dosis calculadas, lo cual abriría otro escenario.

Si se produce el primer asesinato, el gobierno podría poner en marcha la operación de asalto bajo la justificación de la salvación de vidas. Sólo en ese caso, todo el mundo entendería la alternativa militar. La espera, en este caso, es otra estrategia.

Pero si lo que se busca es salvar todas las vidas de todos lo antes posible, parece aconsejable pagar e, incluso, liberar a los dos piratas en el mismo paquete (con lo cual, tal vez consigamos una rebaja). Una vez hecho esto, es el gobierno el responsable de evitar la repetición de este tipo de graves incidentes. Y tiene medios para ello. Uno es armar a los buques con presencia militar puesto que tenemos capacidad y efectivos suficientes para ello. A continuación, parece aconsejable imitar a Francia y desarrollar una o varias acciones de castigo contra la piratería. No sería mala idea preparar una operación militar justo inmediatamente después del pago del rescate, con el objetivo añadido de recuperar el dinero entregado. Le queda otra, por cierto, aunque menos honrosa: invitar a que todos los buques mercantes y pesqueros españoles se retiren de la zona.

Quizás sea preciso recordar que los gobiernos están para gobernar y que gobernar significa tomar decisiones tras una deliberación racional. Se pueden equivocar o pueden acertar. Lo que no es de recibo es que un gobierno se mueva siempre entre las tinieblas de la duda esperando a que el tiempo, el milagro o los demás nos resuelvan nuestros propios problemas. Demasiada fe desarrollan los que tan laicos se muestran.

Desde luego, no ayuda a una percepción positiva de las cosas el que el presidente viaje a Polonia para, desde allí, "involucrarse personalmente" en el tema. Menos ayuda el hecho de que el presidente pretenda darnos lecciones de historia contemporánea comparando la caída del muro de Berlín con la muerte de Franco. Ya sabíamos que la ignorancia es atrevida. Pero intentar convertirse en historiador aficionado desde el poder con 36 hombres secuestrados es, sencillamente, patético. Patético hasta el vómito. Y mira que tiene asesores.

25.10.09

ZAPATERO Y EL COMITÉ FEDERAL, O SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA

Parece ser que el tiempo proporciona nitidez a los acontecimientos del pasado. Miro entre los papeles cómo en enero de 2003 un juez decretó prisión para 16 acusados por pertenecer a Al Qaeda. Dos días después, en el mismo periódico (El País, 29 de enero de 2003), leo que la Coordinadora de ONG Solidarias -que agrupaba a más de 50 entidades de Gerona y el Alto Maresme- expresaba su "indignación" por aquellas detenciones derivadas de la Operación Lago. Acusaban al entonces gobierno del PP de "juego sucio", de xenofobia y racismo por aquellas detenciones contra un posible desarrollo de terrorismo islámico en nuestro país. Cabe sospechar que al menos una parte de los mismos que se indignaron por aquellas detenciones, protestaran casi 14 meses más tarde ante la gestión que el mismo gobierno del PP hizo de los atentados de Atocha.

Días después, el tres de febrero de 2003, Maruja Torres publicó en El País un artículo titulado Operación Decencia en el que vertía todo tipo de alabanzas sobre la ceremonia de los Goya. Allí, los que Torres denominaba como "cómicos" (en realidad, actores y actrices premiados y no mal remunerados) se pronunciaron públicamente contra la guerra, contra el Prestige y contra "...el paro; el engaño; la irritación; la estafa. Sí, sobre todo la estafa". También cabe preguntarse si existe alguna conexión entre los silencios actuales sobre la presencia española en el Líbano o Afganistán y las grandes cantidades de dinero público que se han destinado a determinado cine español (el cual, por cierto, no deja de ser una iniciativa privada sostenida con déficit en el último ejercicio).

En fin, el transcurso del tiempo suele ser letal para la mentira, pone en evidencia la ligereza, divorcia las amistades artificiales, evapora los discursos vacíos y arroja los despropósitos al cajón más inconfesable de la historia. Obviamente, sin ese tamiz del tiempo, los acontecimientos recientes parecen hasta importantes envueltos en sus ropajes de actualidad. Y no me resisto a pensar en cómo interpretaremos dentro de unos años el cierre de filas del Comité Federal del PSOE en torno a su secretario general (el presidente Rodríguez Zapatero) que ha tenido lugar hace poco más de un mes, entre el 19 y el 20 de septiembre de 2009.

Un amigo, que tiene cierta gracia, suele comentar que el abandono de su infancia tuvo lugar el mismo día en que comprobó que no es el lobo el enemigo de Caperucita, sino que ésta es capaz de devorar al lobo, mancillarlo y hacer un buen negocio casándose con él y, luego, divorciándose de sus pellejos. Entrando en el campo de la política, siempre afirma que prefiere los claros aullidos del malvado lobo que los arrumacos fragantes de la inocente Caperucita. Puro refranero: "De las aguas mansas líbreme Dios, que de las bravas ya me libro yo". De las dos opciones, parece poco discutible que el todavía presidente del gobierno se ha decantado por elegir el papel de Caperucita, probablemente por tomar distancias de presuntos "lobos" como Felipe González (al cual también se le conocía como "zorro" por su astucia) o José María Aznar (al que culparon y calificaron de todo).

Supongo que ya nadie niega la evidencia de la crisis (esa que anunciaron los antipatriotas) y que parece que las cosas no marchan excesivamente bien. Los brotes verdes de antes del verano se han marchitado y ahora, de nuevo, vuelve el presidente a decir que lo peor de la crisis ha pasado, al tiempo que Leire Pajín nos avisa del acontecimiento planetario que tendrá lugar a comienzos de 2010 con la presidencia española (capitalizada por Zapatero) en la UE y la de Obama en los EE.UU. El tufo a voluntarismo es notorio, mientras el presidente afirma que "gobernar es también improvisar" al tiempo que, sin pestañear, sentencia que lo necesario no es una reforma laboral sino una "reforma empresarial".

El Comité Federal ha cerrado filas en torno al capitán de una nave que está haciendo aguas graves. El PSOE le da una generosa razón a un secretario general del que sabe que no es líder, ni marca una dirección clara y viable. Tal vez sea esa disciplina la que debe existir en una organización política, pero en voz baja y en privado son muchos los socialistas que razonan sobre la idoneidad de los caminos que se están transitando. Entre otras cosas porque, de seguir en esta tendencia, no resulta aventurado pensar que la derrota electoral de Zapatero puede condenar al partido a más de un lustro en la oposición. Y, naturalmente, el presidente pasa pero el partido se queda.

La cosa se complica porque, dentro del PSOE, el secretario general ostenta un indudable poder que ejerce con singular habilidad y sin merma de su escasa autoridad. Los silencios a su alrededor se preservan en función de su capacidad para decidir ministerios, subsecretarías o direcciones generales, pero no despierta las adhesiones derivadas de la solvencia. En otras palabras: no son muy numerosos los socialistas que concedan menos crédito a figuras como Felipe González que al actual presidente del Gobierno.

Imagino cómo se leerá este cierre de filas en el año 2018, si es que alguien se toma todavía entonces la molestia de escudriñar el pasado. Parece inevitable pensar que esa lectura se hará bajo la luz de lo que ocurra en los próximos 24 meses. No más.

Si no se corrige un ápice el rumbo, o se confía en que el barco a la deriva llegue a buen puerto por casualidad, sería conveniente pensar si el más que generoso e incondicional apoyo del PSOE no debería tener en el futuro una respuesta honesta, proporcional y recíproca por parte de quien debe comprender que no el poder no es para estar, sino para hacer.

9.6.09

Europa y la “Pajinada”

Recuerdo que hace algunos años compré y regalé un libro de Manual Vázquez Montalbán titulado La aznaridad: por el Imperio hacia Dios o por Dios hacia el Imperio. Corrían entonces en España aires de libertad en los que si criticabas al gobierno no te tachaban de nada. El libro tenía su gracia. Al menos para mí, que aún me deslizaba por las suaves pendientes de la ingenuidad sin saber que nos esperaba un abismo.

Algunos –muy pocos- sospecharon en la primavera del año 2004 que tras el abismo se ocultaba un infierno dulce y neutralizador, una especie de droga que adormecía los sentidos y doblaba el ánimo para llevarnos en volandas hacia una soñada y utópica República de felicidad. Pero no eran muchos. Del sueño comenzó a despertarse una parte de la población hace bien poco, a medida en que el dolor de la crisis y los azotes de la vida laboral iban desentumeciendo los cerebros. Poco a poco, a esa minoría que tuvo que soportar los rigores de una dura vida en el desierto se fue sumando una legión de descontentos a razón de unos 5.000 al día. Y eso ocurrió prácticamente antes de ayer.

Tal vez desconocedores de cuánto han cambiado las cosas desde marzo de 2008, los socialistas españoles han desplegado una campaña electoral para las recientemente celebradas elecciones europeas que no tiene desperdicio. Como consideración previa habría que advertir que la calificación de socialista aplicada a las directrices del actual PSOE podría resultar harto aventurada, habida cuenta de su derroche de populismo, simpleza y demagogia. No es difícil encontrar mas socialdemocracia en partidos que defienden tanto la cohesión nacional como una participación auténtica de la ciudadanía en la toma de decisiones. Al menos así lo creen los que consideran que lo socialdemócrata va vinculado al rigor, la calidad, la elevación de los niveles de formación y un cierto sentido austero que tiene vocación de buen hacer.

La campaña del PSOE se puso en marcha en torno a un eje central: la derecha (y, por extensión, las derechas europeas) nos han metido en la crisis. Una crisis de la que, paradójicamente, nos avisaron con mucha antelación (aunque nosotros negásemos ese catastrofismo) y una crisis de la que, ahora, pretenden aprovecharse. El incremento de la temperatura electoral hizo que el PSOE lanzase un vídeo en los que los europeos ocupaban el lugar de arquetipos reaccionarios. Una inglesa –a modo de jovencita thatcheriana- defendía las privatizaciones con voz atiplada, un español –con facha de empresario orondo- reclamaba el despido libre, un italiano –agricultor perdido en una campiña de la Toscana- se pasaba por el forro el cambio climático y una francesa con aire de dama reprimida -pero mirada de Pompadour- defendía la pena de muerte. No faltaba, no podía faltar, el cura que afirmaba que en Europa solo hay sitio para una religión y, como no, al alemán le tocó hacer de nazi radical echando pestes de los homosexuales porque los judíos ya se marcharon hace tiempo.

Después de ver aquello, cabía pensar que hasta las campañas electorales deberían tener sus límites ante un mínimo umbral de decencia y de vergüenza. Por añadidura, podía adivinarse que los diseñadores de campaña del PSOE pensaban en un público exclusivamente español. La exposición de semejante spot por toda Europa hubiera generado más rechazo que adhesiones a la vista de las correlaciones estereotipadas que se hacían de ciertos caracteres nacionales.

Ya nos aproximábamos al final de una campaña cansina cuando la Secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, se plantó en los desayunos informativos de Europa Press. Era obvio que no estaba en el calor de un mitin, ni ante una masa encolerizada capaz de vociferar con la vulgaridad más ocurrente. Era un desayuno con periodistas, en la placidez de la mañana, cuando el café, el zumo y las viandas nos devuelven la diáfana claridad que perdimos tras el crepúsculo del dia anterior. Y les espetó textualmente:

“Y como todo acontecimiento histórico necesita de sus símbolos, les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE en tan sólo unos meses. Estados Unidos y Europa. Dos políticas progresistas. Dos liderazgos. Una visión del mundo. Una esperanza para muchos seres humanos”.

Acontecimiento histórico. Y del planeta. Dos liderazgos. Un nuevo reparto de bloques, pero una misma visión del mundo.

Hubo quien se quedó mirando al horizonte con cierta amargura preguntándose el sentido de la vida después de dedicar tantos años y tantos esfuerzos al estudio del pasado. Hubo quien se miró al espejo para comprobar si estaba listo para el sonado acontecimiento planetario o debía comprarse ropa nueva para el evento. Hubo quien desdeñó la buena nueva aferrándose a un futuro en el que Michelle y Sonsoles encarnasen la verdadera revolución planetaria. Y hubo quien, directamente, corrió a buscar en el diccionario de la Real Academia Española la definición de imbécil y vio que, en una de sus acepciones, se recogía como adjetivo por “alelado/a” o “falto/a de razón”. Pues eso: imbécil/a.

1.6.09

La España de Zapatero y la salud democrática

Nos tiene acostumbrados a buenos análisis. José María Maravall, catedrático de Sociología y ex ministro socialista, viene deleitando a algunos espíritus con finos y solventes análisis acerca de la realidad política. Sólo por referir sus libros más recientes, podemos recordar El control de los políticos (2003) y La confrontación política (2008), ambos publicados por Taurus. Obviamente, sus estudios denotan ciertos sesgos derivados de su condición de ex ministro y de asesor del PSOE, pero no por ello dejan de carecer de validez y método. Aborda con brillantez asuntos tales como la conservación del poder, el arte de saber anticipar las elecciones, las políticas de la crispación o las conspiraciones políticas. Eso sí: se echa en falta que no las aplique con ecuanimidad. Si el PSOE ha sido víctima de conjuras, el PP no se ha quedado atrás en ese dudoso honor. Lamentablemente, cada vez que ha cambiado el color del gobierno en la España democrática lo ha hecho a través de procesos llenos de tensión y dudosamente democráticos. Parémonos a pensar en cómo abandonaron el poder Adolfo Suárez, Felipe González o José María Aznar. El acoso y derribo se hizo presente en el escenario político para terminar con sus respectivos liderazgos. La excepción, tal vez, fue Leopoldo Calvo-Sotelo quien se benefició de las ventajas de no ser percibido como líder y pilotar un barco que hacía aguas desde la sentina.

Son muchos los detalles que podríamos destacar del último libro de Maravall, pero nos ha llamado la atención un párrafo concreto. Dice así:

“La política de Bush consiste en estigmatizar a los oponentes y en inflamar las pasiones de sus propios partidarios… La política de Bush vive de encontrar las debilidades de la oposición y martillear sobre ellas incesantemente mientras se moviliza a los aliados, excitados por la visión de martillo subiendo y bajando y el sonido que produce su impacto”.

Estas palabras son un extracto del libro de Mark Halperin y John F. Harris titulado The Way to Win (Random House, 2006). Se refieren a la estrategia política desplegada por el presidente George Bush contra sus adversarios del partido demócrata. Maravall lo incluye con pertinencia dentro de su discurso al hablar de la utilización de temas transversales y las estrategias de polarización. Lo inquietante viene, como siempre, cuando se reflexiona con algo más de detenimiento sobre estas palabras aplicándolas al marco doméstico. ¿No fue esto precisamente lo que viene ocurriendo en España desde la primavera del año 2004?

Parece que uno de los objetivos principales de toda la política del gobierno de Rodríguez Zapatero se ha focalizado en neutralizar al principal partido de la oposición. No se trataría, en consecuencia, de buscar una leal colaboración política dentro de una sana atmósfera democrática, sino de hundir al único partido que le hace sombra al gobierno. En esa búsqueda del establecimiento de un partido único se anhelaría la alianza con pequeños partidos periféricos con tal de aislar al partido de la oposición. Llegó a acuñarse el término cinturón sanitario para describir el asedio que se estableció en torno al Partido Popular como si fuese una ciudadela destinada a rendirse. Era preciso arrastrar al ex presidente Aznar a una comisión de investigación para escarnecerlo en la condena anticipada. Recordemos el encarcelamiento de políticos populares –cada vez que hay elecciones a la vista- para ser puestos en libertad pocos días más tarde sin cargos. Lo importante es calumniarlos, silenciarlos, desprestigiarlos y, en suma, borrar cualquier vestigio de competencia electoral, aunque esta sea una de las esencias de la democracia.

Para los que acusan al ex presidente Aznar de criminal de guerra, los que apoyan al PP son fascistas, son antiabortistas, son conspiradores, son crispadores, son carcas, son retrógrados… son lo que sobra a esta España, libre y plural. Son ellos los culpables de todo: de avisar, por ejemplo, de la crisis y de beneficiarse ahora de ella. El mensaje derivado es que nunca deberán gobernar, ni tener opción a ello. No faltan los que sueñan con la desaparición de esa lacra derechista, con la eliminación de los otros. Y ser de derechas, hoy por hoy, es todo lo que queda fuera del PSOE y no sostiene alianzas con este partido. Es decir: tan fascista es Rosa Díez como Mariano Rajoy. Y tenemos hasta la cuantificación: existen en España no menos de 10 millones de fachas.

Resulta curioso verificar unos ciertos parecidos entre la política desplegada por Bush contra el partido demócrata y Rodríguez Zapatero contra el PP. Al primero, a la larga, no le ha dado resultado esa estrategia. Veremos a ver qué ocurre con el segundo, habida cuenta de que la “textura” de la aún joven democracia española no puede compararse con el sistema democrático estadounidense.

4.5.09

España, el gobierno español y Europa

Corría el año 2003 cuando se criticaba al gobierno de José María Aznar por rechazar el proyecto de Constitución Europea. Llovían entonces tales descréditos desde el partido de la oposición, capitaneado entonces por quien es hoy presidente del gobierno español: José Luis Rodríguez Zapatero. Este se enfrascó en una durísima campaña en la que la desproporción del ataque sólo pudo compararse al calado de las promesas lanzadas al viento en vísperas de elecciones. Una de las más sonadas fue la retirada de las tropas españolas de Irak a partir del 30 de junio de 2004 si para esa fecha no mediaba una resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Pero, contra su propia promesa y contra pronóstico de los aliados, el 19 de abril decidió retirar las tropas en una rápida carrera que culminó en mayo, casi un mes y medio antes del plazo exigido. Curiosamente el 8 de junio de 2004, la Resolución 1546 –aprobada por unanimidad- transfirió la soberanía a un gobierno interino iraquí. Rodríguez Zapatero ignoró públicamente la Resolución, aunque la comentase fuera de registro. El relativo aislamiento internacional de España tan sólo había comenzado.

Desde aquella fecha han ocurrido cosas tales como el apoyo del gobierno español a la candidatura de Al Gore (2004), la demostración continua de belicosidad contra el presidente reelegido de los EE.UU. (George Bush), un no disimulado sesgo contra Israel, una política de cesión y entendimiento exclusivo con Marruecos (olvidando a saharauis y argelinos), una profunda amistad con Cuba y Venezuela que va mas allá de lo prudente y un desmarque digno de un perfecto don Quijote en asuntos que gozan de gran consenso internacional entre las democracias occidentales como la independencia de Kosovo. Es posible que antes del final de su mandato, Rodríguez Zapatero sea capaz de poner de nuevo en evidencia a España como un país que ya no cuenta del mismo modo en que solía hacerlo entre 1990 y 2004.

Probablemente, la razón explicativa de esta actitud en materia de política exterior se deba a que el presidente español no le concede mayor importancia (de ahí la sorprendente permanencia de Moratinos al frente de una cartera ministerial que le viene más que grande). O, al menos, no le otorga la misma atención a los asuntos internacionales que a la cotidianeidad doméstica. Aunque pueda parecer sorprendente, la ley del tabaco, el matrimonio homosexual, el carnet de conducir por puntos, el reparto de 400 euros en el año electoral de 2008 o la reciente reforma del aborto han ocupado más atención y más agenda que la situación internacional de España.

Teniendo presente lo expuesto, tal vez pueda entenderse mejor que la política española con respecto a Europa no haya seguido un derrotero más definido que el de la etérea Alianza de Civilizaciones. Baste detenernos en dos capítulos para verificar la adopción de decisiones que, como mínimo, han sido ejemplos de voluntarismo presidencial.

En febrero de 2005, bajo el slogan de los primeros con Europa, fuimos convocados los españoles en referéndum para ratificar la Constitución Europea. Los españoles la aceptamos pero, posteriormente, franceses y holandeses dieron al traste con ella. El proceso sólo sería reconducirlo con una nueva propuesta: el Tratado de Lisboa. El gobierno español tragó con aquel arreglo sin más y ni se planteó la obligación de someterla a la consideración de los españoles que habían dado su aprobación al proyecto anterior. Todo ello ponía en evidencia lo lejano que se percibía –y se percibe- todo lo relacionado con Europa (a excepción de los fondos comunitarios). Ni buena parte de la población demandó la nueva consulta, ni el gobierno pensó que el detalle de repetir el referéndum tenía mayor importancia.

Ese mismo año, el gobierno adoptó otra medida como fue la legalización masiva de inmigrantes en España sin contar con la opinión de sus homólogos europeos. Hoy sabemos que la medida generó un efecto llamada y el mismo gobierno español solicitó ayuda a la Unión Europea (UE) para solucionar el problema de afluencia excesiva de inmigrantes. La entonces ministra de Justicia austriaca expuso lo que iba a ser la respuesta de la UE en la reunión informal de ministros de Justicia e Interior celebrada en Tampere (Finlandia) en septiembre de 2006: “No es una solución legalizar a los inmigrantes ilegales como hizo España el pasado año, porque de algún modo genera un factor de empuje en la gente de África, como desgraciadamente hemos visto en los últimos meses”.

A estos dos ejemplos podríamos añadir la empresa de someter al Parlamento Europeo (PE) una resolución de apoyo a “la iniciativa de paz en el País Vasco emprendida por las instituciones democráticas españolas en el marco de sus competencias exclusivas”. Eso ocurrió el 25 de octubre de 2006, dividiendo al PE e involucrándolo innecesariamente en un problema que, por desgracia, era exclusivamente español. Y, obviamente, lo sigue siendo.

Europa ya no termina en los Pirineos, pero lo que ocurre más allá parece tener escasa importancia para un gobierno más obsesionado por neutralizar a la oposición que por situar a España en el mundo. Su objetivo se reduce a contar cuántos serán los votos españoles para uno y otro partido a fin de ensayar análisis de prospectiva cara a las próximas elecciones generales españolas. En esas circunstancias, posiblemente, muchos de los que votan al gobierno no se tomarán la molestia de acudir a las urnas, al no sentir ni siquiera los riesgos que comportan unos comicios domésticos. Tal vez sea el electorado más motivado el de la oposición; el mismo que con su papeleta quiere demostrar su desacuerdo con la deficiente gestión de la crisis económica por parte de José Luis Rodríguez Zapatero. No en vano, lo primero que hizo ante la evidencia de la crisis fue negarla a capa y espada, tachando de catastrofistas y antipatriotas a los que veían venir lo que hace tiempo que ha llegado.

También publicado en Café Babel

18.2.09

Dos fotografías: ayer y hoy

Algunos son favorables a la actividad cinegética; otros, no. Igual que a unos les gustan los toros y a otros no. Pero en estos tiempos de "purismo", de cambio climático, de preservación del medio ambiente, no deja de motivar algunas reflexiones la mera comparación de las imágenes de ayer y hoy. Imagenes que, por supuesto, para algunos no tendrán nada que ver; pero, para otros, sí.





5.2.09

Probablemente Alá no existe

Aunque el slogan surgió en Gran Bretaña, ha sido en España donde se ha cruzado un debate entre autobuses de distintas ciudades que enarbolan mensajes contrapuestos en torno a la existencia de Dios. Spain is still different.

En medio del surrealismo que nos rodea, a alguien le daría por pensar en voz alta qué pasaría si en la Barcelona liberal y capital del tripartito se hubieran adornado los autobuses con un sonoro "PROBABLEMENTE ALÁ NO EXISTE". Dado que la Ciudad Condal congrega, por ejemplo, la concentración de paquistaníes más nutrida de Europa continental, ¿qué pasaria?

Como nunca cesan las ideas, la iniciativa podría extenderse a ciertas ciudades del Sur durante las vísperas de Semana Santa. La fórmula, escrupulosa con la cuestión de género, sería aplicable a localidades como Sevilla, Córdoba, Málaga o Baeza: "PROBABLEMENTE LA VIRGEN DE... NO EXISTE. DEJA EL CAPIROTE Y DISFRUTA DE LA VIDA". En los puntos suspensivos iría emplazada la denominación de la Virgen local más señera y cabría diseñar aún una versión "b" para los Cristos. Si el experimento funciona cabría transferirlo al rosario de vírgenes locales que celebra sus romerías desde las postrimerías de la primavera a las fiestas del mosto de finales del verano.

Si intepretamos que ser tolerantes es enarbolar un slogan como el que llevan los autobuses de nuestra amada BCN, es razonable pensar que las extrapolaciones propuestas podrían considerarse un ejercicio de tolerancia multicultural de apertura, además, a todas las sensibilidades de nuestras queridas comunidades autónomas. ¿O no?

Como en Londres... pa' no ser menos. Que España es Europa, ¿verdad?