6.11.08

LA CUMBRE DEL PRESIDENTE ZAPATERO O LA JUGADA DE PÓKER

Estamos ya a pocos días de la anunciada cumbre del G-20 que se celebrará en Washington este mes de noviembre. Se anunció para el día 15, pero en algún sitio he visto publicado que será el 20. Las fechas se mueven para concordar agendas entre todos los miembros del grupo, lo que parece evidenciar el grado de voluntariedad de una cita que tiene poco de formal, sin orden del día concreto, presenta objetivos algo difusos y arroja recetas imprecisas al aire para intentar solucionar los problemas económicos.

No hay que ser un lince para afirmar que esta cumbre, en sí, no va a aportar solución alguna. Tal vez sirva al presidente George Bush a modo de homenaje de despedida y poco más. Habrá que esperar un tiempo, ver si este tipo de reuniones son regulares o van acrisolando una serie de acuerdos más o menos tácitos para ver si todo ello tiene alguna utilidad. Lo curioso es que hay quienes creen ciegamente en la trascendencia de la convocatoria y presentan una inédita obsesión por estar presentes en la mesa de los escogidos. De entre todos los cegados por los destellos del cónclave sobresale, sin duda, el presidente español Rodríguez Zapatero.

Quiere estar en la fiesta sin haber sido invitado. Lo ha manifestado en público y en privado. Van pasando los días y no le llega la prestigiosa tarjeta que le abra las puertas del gran baile. Y él -ni corto ni perezoso- se ha lanzado a viajar por más de un continente buscando apoyos para estar en la mesa de los 20 apóstoles entre los cuales se cuenta el maestro Bush. Obviamente el todavía presidente de los EE.UU. no le ha tendido la mano a Rodríguez Zapatero para satisfacer sus deseos como parece plausible que sí habría hecho con el anterior presidente José María Aznar si estuviera ahora gobernando España. Es razonable pensar que Bush rechaza la idea de tener delante a un hombre que va a culpar a los EE.UU. de la crisis mundial, arremetiendo de paso contra el neoconservadurismo de la administración americana. Tampoco es incomprensible que se quiera impedir que Rodríguez Zapatero utilice ese foro para su lucimiento personal ejercitando, además, un "trágala" contra el presidente republicano. Y, junto a todo ello, yace la dulce venganza que representa el darle una bofetada sin mano al presidente español en respuesta a todo lo que ha hecho desde la primavera de 2004 y, sobre todo, por la retirada súbita de las tropas españolas de Iraq. Eso no se olvida porque la promesa electoral de Zapatero consistía en retirar las fuerzas a partir de 30 de junio de 2004 caso de no haber resolución de la ONU antes de esa fecha. Las tropas fueron retiradas en mayo, al igual que el 8 de junio apareció la requerida resolución. Personas hoy muy cercanas al presidente Barack Obama lamentaron agriamente la actitud española hasta el punto de afirmar: Eso no se hace con un aliado.

Sin tener nada de esto en cuenta, Zapatero ha sentenciado por activa y por pasiva que irá. Y toda la grey que sigue al mesías de la izquierda ha formado un verdadero coro que canta la misma melodía: España estará. El presidente español al que le crecen los enanos (desde el paro al incremento de la tensión terrorista) ha echado un gallardo pie hacia delante para exclamar todos los días lo mismo con una seguridad asombrosa: España estará. Y lo dice tan confiado y firme que ya uno duda si no tiene un as en la manga que, ciertamente, le asegura su presencia en Washington. Si eso es así, tendrá que mostrar su oculto as dentro de pocos días y habrá que reconocerle -por lo menos- un grado de tenacidad que es una lástima que no lo haya usado también en otros menesteres. Sabe jugar al póker ejerciendo el difícil papel de desahuciado que, no obstante, conoce de antemano que va a ganar. Si, por el contrario, todo es un farol hueco y no es invitado a la cita convocada, desde luego habrá que convenir que el más descarado cinismo es perfectamente conjugable con la estupidez más impenitente. Cinismo por ejercitar la mentira como práctica habitual; estupidez por mendigar unos favores que -en política internacional- no se conceden sin contrapartida.

Por supuesto hablamos de la cita de noviembre. Si a partir de febrero de 2009 Rodríguez Zapatero visita la Casa Blanca y se incorpora a las cumbres, eso será harina de otro costal que las voces oficiales españolas se encargaran de propagar a los cuatro vientos. Habrá que ver hasta dónde alcanzará esa restablecida amistad España-EE.UU. En ese nuevo contexto, no creo que el gobierno americano llegue más allá de las amables formalidades: no se comprometerán a nada importante con una España que lo tendrá muy difícil durante muchos años (incluso cuando ya no esté Zapatero) para demostrar que es un aliado fiel. Perfecta redundancia: si uno es aliado, se le presupone la fidelidad. En principio, no se puede ser aliado traidor a no ser que uno, en realidad, no sea un verdadero aliado en términos de relación privilegiada. Probablemente no somos otra cosa que una potencia media de carácter dependiente. Y un siervo puede protestar e incluso rebelarse, pero el señor siempre estará ahí y el rebelde -tarde o temprano- volverá al rebaño porque no sobrevivirá sólo. Justo lo que parece estar intentando quien antes ni siquiera se dignaba a respetar la bandera de barras y estrellas. Hoy, el hijo pródigo parece querer volver a casa dando una vuelta por todo el mundo para arroparse de su vergüenza.

Que la fuerza y la suerte te acompañen. A lo mejor consigues que Francia te ceda una silla para emplazar tus posaderas en la capital del origen de todos los males: Washington (Estados Unidos). Esa cesión de asiento ha tenido o tendrá alguna contrapartida. Pero, por supuesto, niégalo y miénteme una vez más. Eso es lo que significaba para tí que España estará. Pues muchas gracias, jefe. A mandar.

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