Impresionante. La Unión Europea ya le había dado un serio "toque" al presidente español, siempre tan ajeno a todo lo que sea una política exterior de adultos. La verdad es que no hizo el menor caso. Pero el 12 de mayo el presidente Barack Obama llamó por teléfono a Zapatero. Es de suponer que con traductores por medio, habida cuenta de que el exquisito inquilino de la Casa Blanca no tiene ni idea de español (a diferencia de Bush que chapurreaba algo) y habida cuenta del nulo nivel de inglés de su homólogo español (a diferencia de Aznar, que habla un inglés regularcito pero que, en todo caso, resulta perfecto en comparación al de nuestro amado ZP). Los traductores se han ganado el sueldo: el mensaje ha llegado alto, claro... y bien duro. Obama le ha sugerido a Zapatero que tiene que cambiar de dirección y éste, en menos de 24 horas, ha dado un volantazo hacia la derecha que hace palidecer hasta a los neoliberales. No recuerdo ni a Felipe González ni a José María Aznar reduciendo los sueldos de los millones de funcionarios de este país; los congelaron, pero nunca los bajaron. Tampoco recuerdo recortes semejantes en logros sociales que, bien o mal, han configurado nuestro estado del bienestar.
Como correrán ríos de tintas sobre estas medidas -que, probablemente, no van a ser las últimas- tan sólo señalaré tres cuestiones para la reflexión:
En primer lugar el "seguidismo" extremo de Zapatero con respecto al presidente Obama, que deja en pañales las relaciones entre Aznar y Bush, o las de Felipe González con Reagan. No reprocho al presidente español que haya entendido que las buenas relaciones con los EE.UU. son vitales. Lo que me deja asombrado es que el tizón europeo del satanizado EE.UU. se haya plegado con tanta servidumbre. Podía haber esperado unos días para disfrazar un poco la conexión directa entre la llamada de Obama y la poda de derechos sociales. La foto de las Azores ha pasado a la historia, sin duda.
En segundo término, cabe dudar -y mucho- que las rebajas salariales de millones de españoles, los recortes de medicamentos para los mayores, la congelación de pensiones o la retirada de inventivos a la natalidad nos saquen de la crisis. Todo ello no va a provocar otra cosa que una contracción de la demanda, un descenso del negocio de las ya asfixiadas empresas y, probablemente, más desempleo. Tal vez, las prisas en la conversión neoliberal de Zapatero no le van a conducir a otro sitio que a un callejón sin salida. Una congelación de salarios públicos, una disminución de los ministerios (el de Igualdad, el primero), quedarse sólo con un vicepresidente (o vicepresidenta) y una drástica reducción de "puestos de libre designación" aligerarían el presupuesto de gastos superfluos. Sería saludable que lo acompañara de una congelación de las generosísimas ayudas a la banca (aún a sabiendas de que paga las campañas electorales) y una rebaja de impuestos para la pequeña y mediana empresa. Esas medidas, no siendo populares, al menos se entenderían razonablemente. Lo que resulta difícil de comprender es el castigo económico sobre millones de españoles, mientras el dispendio accesorio sigue abierto y hay sueldos públicos acumulados que rondan los 20.000 euros al mes. El más de medio millar de "asesores" del presidente del gobierno siguen ahí.
Por último, la "caída del caballo" de nuestro san José Luis ha puesto a los sindicatos en el disparadero. Que hubo matrimonio entre sindicatos y gobierno parece evidente sobre todo ahora, cuando hasta periódicos progubernamentales reconocen que hay "divorcio". Lo que no se esperaban los bien pagados cónyuges es que el "cabeza de familia" se apuntase al maltrato físico en forma de latigazos a las conquistas sociales. Que no hay nada peor que un converso ya lo sabíamos, pero que la conversión sea tan deacarada como desorejada resulta alucinante.
La cacareada "memoria histórica" se va a quedar en lo que siempre fue: un instrumento ideológico al servicio de la política partidista. Ni un duro habrá ya para fosas, después de los 60.000 euros gastados en la presunta tumba de Federico García Lorca. Habiendo jugado con los muertos, poco importa ya hacerlo con los vivos. No hay un duro para nada porque ya lo habían gastado en chorradas (léase: gasto no reproductivo) como el Plan E. Crudo lo va a tener el PSOE si no articula un cambio interno porque Zapatero se irá (incluso de rositas), pero el partido se va a quedar a gestionar los rescoldos de la bacanal zapaterista.
Y todo por una llamada. La llamada de Obama. Y la respuesta de un hombre que, rendido, se giró ante su interlocutor, desabrochó su cinturón y pronunció las incontenibles palabras del deseo: "Yes, you can".
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