Nos tiene acostumbrados a buenos análisis. José María Maravall, catedrático de Sociología y ex ministro socialista, viene deleitando a algunos espíritus con finos y solventes análisis acerca de la realidad política. Sólo por referir sus libros más recientes, podemos recordar El control de los políticos (2003) y La confrontación política (2008), ambos publicados por Taurus. Obviamente, sus estudios denotan ciertos sesgos derivados de su condición de ex ministro y de asesor del PSOE, pero no por ello dejan de carecer de validez y método. Aborda con brillantez asuntos tales como la conservación del poder, el arte de saber anticipar las elecciones, las políticas de la crispación o las conspiraciones políticas. Eso sí: se echa en falta que no las aplique con ecuanimidad. Si el PSOE ha sido víctima de conjuras, el PP no se ha quedado atrás en ese dudoso honor. Lamentablemente, cada vez que ha cambiado el color del gobierno en la España democrática lo ha hecho a través de procesos llenos de tensión y dudosamente democráticos. Parémonos a pensar en cómo abandonaron el poder Adolfo Suárez, Felipe González o José María Aznar. El acoso y derribo se hizo presente en el escenario político para terminar con sus respectivos liderazgos. La excepción, tal vez, fue Leopoldo Calvo-Sotelo quien se benefició de las ventajas de no ser percibido como líder y pilotar un barco que hacía aguas desde la sentina.
Son muchos los detalles que podríamos destacar del último libro de Maravall, pero nos ha llamado la atención un párrafo concreto. Dice así:
“La política de Bush consiste en estigmatizar a los oponentes y en inflamar las pasiones de sus propios partidarios… La política de Bush vive de encontrar las debilidades de la oposición y martillear sobre ellas incesantemente mientras se moviliza a los aliados, excitados por la visión de martillo subiendo y bajando y el sonido que produce su impacto”.
Estas palabras son un extracto del libro de Mark Halperin y John F. Harris titulado The Way to Win (Random House, 2006). Se refieren a la estrategia política desplegada por el presidente George Bush contra sus adversarios del partido demócrata. Maravall lo incluye con pertinencia dentro de su discurso al hablar de la utilización de temas transversales y las estrategias de polarización. Lo inquietante viene, como siempre, cuando se reflexiona con algo más de detenimiento sobre estas palabras aplicándolas al marco doméstico. ¿No fue esto precisamente lo que viene ocurriendo en España desde la primavera del año 2004?
Parece que uno de los objetivos principales de toda la política del gobierno de Rodríguez Zapatero se ha focalizado en neutralizar al principal partido de la oposición. No se trataría, en consecuencia, de buscar una leal colaboración política dentro de una sana atmósfera democrática, sino de hundir al único partido que le hace sombra al gobierno. En esa búsqueda del establecimiento de un partido único se anhelaría la alianza con pequeños partidos periféricos con tal de aislar al partido de la oposición. Llegó a acuñarse el término cinturón sanitario para describir el asedio que se estableció en torno al Partido Popular como si fuese una ciudadela destinada a rendirse. Era preciso arrastrar al ex presidente Aznar a una comisión de investigación para escarnecerlo en la condena anticipada. Recordemos el encarcelamiento de políticos populares –cada vez que hay elecciones a la vista- para ser puestos en libertad pocos días más tarde sin cargos. Lo importante es calumniarlos, silenciarlos, desprestigiarlos y, en suma, borrar cualquier vestigio de competencia electoral, aunque esta sea una de las esencias de la democracia.
Para los que acusan al ex presidente Aznar de criminal de guerra, los que apoyan al PP son fascistas, son antiabortistas, son conspiradores, son crispadores, son carcas, son retrógrados… son lo que sobra a esta España, libre y plural. Son ellos los culpables de todo: de avisar, por ejemplo, de la crisis y de beneficiarse ahora de ella. El mensaje derivado es que nunca deberán gobernar, ni tener opción a ello. No faltan los que sueñan con la desaparición de esa lacra derechista, con la eliminación de los otros. Y ser de derechas, hoy por hoy, es todo lo que queda fuera del PSOE y no sostiene alianzas con este partido. Es decir: tan fascista es Rosa Díez como Mariano Rajoy. Y tenemos hasta la cuantificación: existen en España no menos de 10 millones de fachas.
Resulta curioso verificar unos ciertos parecidos entre la política desplegada por Bush contra el partido demócrata y Rodríguez Zapatero contra el PP. Al primero, a la larga, no le ha dado resultado esa estrategia. Veremos a ver qué ocurre con el segundo, habida cuenta de que la “textura” de la aún joven democracia española no puede compararse con el sistema democrático estadounidense.
Son muchos los detalles que podríamos destacar del último libro de Maravall, pero nos ha llamado la atención un párrafo concreto. Dice así:
“La política de Bush consiste en estigmatizar a los oponentes y en inflamar las pasiones de sus propios partidarios… La política de Bush vive de encontrar las debilidades de la oposición y martillear sobre ellas incesantemente mientras se moviliza a los aliados, excitados por la visión de martillo subiendo y bajando y el sonido que produce su impacto”.
Estas palabras son un extracto del libro de Mark Halperin y John F. Harris titulado The Way to Win (Random House, 2006). Se refieren a la estrategia política desplegada por el presidente George Bush contra sus adversarios del partido demócrata. Maravall lo incluye con pertinencia dentro de su discurso al hablar de la utilización de temas transversales y las estrategias de polarización. Lo inquietante viene, como siempre, cuando se reflexiona con algo más de detenimiento sobre estas palabras aplicándolas al marco doméstico. ¿No fue esto precisamente lo que viene ocurriendo en España desde la primavera del año 2004?
Parece que uno de los objetivos principales de toda la política del gobierno de Rodríguez Zapatero se ha focalizado en neutralizar al principal partido de la oposición. No se trataría, en consecuencia, de buscar una leal colaboración política dentro de una sana atmósfera democrática, sino de hundir al único partido que le hace sombra al gobierno. En esa búsqueda del establecimiento de un partido único se anhelaría la alianza con pequeños partidos periféricos con tal de aislar al partido de la oposición. Llegó a acuñarse el término cinturón sanitario para describir el asedio que se estableció en torno al Partido Popular como si fuese una ciudadela destinada a rendirse. Era preciso arrastrar al ex presidente Aznar a una comisión de investigación para escarnecerlo en la condena anticipada. Recordemos el encarcelamiento de políticos populares –cada vez que hay elecciones a la vista- para ser puestos en libertad pocos días más tarde sin cargos. Lo importante es calumniarlos, silenciarlos, desprestigiarlos y, en suma, borrar cualquier vestigio de competencia electoral, aunque esta sea una de las esencias de la democracia.
Para los que acusan al ex presidente Aznar de criminal de guerra, los que apoyan al PP son fascistas, son antiabortistas, son conspiradores, son crispadores, son carcas, son retrógrados… son lo que sobra a esta España, libre y plural. Son ellos los culpables de todo: de avisar, por ejemplo, de la crisis y de beneficiarse ahora de ella. El mensaje derivado es que nunca deberán gobernar, ni tener opción a ello. No faltan los que sueñan con la desaparición de esa lacra derechista, con la eliminación de los otros. Y ser de derechas, hoy por hoy, es todo lo que queda fuera del PSOE y no sostiene alianzas con este partido. Es decir: tan fascista es Rosa Díez como Mariano Rajoy. Y tenemos hasta la cuantificación: existen en España no menos de 10 millones de fachas.
Resulta curioso verificar unos ciertos parecidos entre la política desplegada por Bush contra el partido demócrata y Rodríguez Zapatero contra el PP. Al primero, a la larga, no le ha dado resultado esa estrategia. Veremos a ver qué ocurre con el segundo, habida cuenta de que la “textura” de la aún joven democracia española no puede compararse con el sistema democrático estadounidense.
1 comment:
El rumor es cierto, "algo huele a podrido en...España". No obstante, creo que la misma política de acoso y derribo que lleva el PSOE desde el gobierno y también, la que llevó, desde la oposición, fue parecida a la que practicó D. José María Aznar, en la que un día sí y otro también se pedía la dimisión de algún ministro o del propio presidente del gobierno,"...váyase señor González, váyase...". Sí, también creo recordar que fue una política de acoso y derribo.
Para hacer una política constructiva hace falta ser político de verdad, y de eso también andamos escasos en este País.
P.D. La diferencia entre el gobierno de Aznar y el de Zapatero, es que en la reelección el primero aprobó con matrícula de honor y el segundo con un suficiente raspado. Por algo será... Dicen que el pueblo es soberano.
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