Tres puntos cardinales. La fotografía corresponde al anuncio de una marquesina del tranvía de Sevilla. Ciudad diferente. Ciudad ocurrente. Y es que a pocos se les pasaría por la cabeza -en plena jornada de huelga general, conciencia y lucha- situar tres puntos cardinales tan visuales. Tan palpables en el imaginario. Tan frívolamente llamativos cuando, se supone, debiera dirigir nuestras conciencias un insobornable ímpetu de rebelión. Puro aprendizaje por descubrimiento, en el que suelen insistir los pedagogos. Hasta la revolución tiene sus descansos.
Tras las elecciones de noviembre en las que barrió el PP por número de diputados, llegaron los fríos y las medidas de ajuste. Pasó el tiempo y llegaron las elecciones autonómicas andaluzas, bien postergadas por el estratega Griñán. Todo hay que decirlo: es políticamente elegante y, desde luego, no es sectario por más que apostase por Carme(n) Chacón, esa "Zapatero con faldas" que le adjudicó con precisión otro "ex" con experiencia de lobo: Ibarra. Gracias a Dios (laico o no), el sectarismo se ha calmado nada más desaparecer su origen.
Los resultados de las urnas son los que son. Tal vez en un mundo ideal debiera gobernar el Principado de Asturias el PSOE, admitiendo todos que el califato andaluz tendría que cambiar de manos en favor del PP. Las listas más votadas. Las realidades, sin embargo, tocan a sillón y las poltronas se repartirán en favor de una alianza más o menos conservadora en Asturias y, también, caerán del lado de una alianza PSOE-IU que, de seguro, nos dejará páginas inolvidables. En Sevilla lo saben bien los que recorren sus calles y aún ven una de sus vías rotuladas como "Pilar Bardem" sin saber muy bien qué ha hecho esta buena mujer por la Ciudad de la Gracia. Por cierto que también tiene su gracia que Juan Cruz defienda numantinamente contra viento y marea la dichosa denominación de la dichosa calle con un artículo titulado
"Yo quiero vivir en la calle Pilar Bardem". Y yo... y muchos más... no te jode. Qué fácil debe ser escribir desde la atalaya de la progresía de la capital sobre los vericuetos de la mezquina vida de provincias. Para arrimarse al precio de lo que valen los pisos por esa calle hay que tener nómina de
El País, querido Cruz.
En este teatro de contradicciones, parece admitirse que las coaliciones entre partidos minoritarios puedan desalojar del poder a la lista más votada. Parece admitirse para los ayuntamientos, las diputaciones y las autonomías. ¿Llegarán los dúos, tríos o cuartetos de conveniencia a conformar un gobierno a escala nacional? Por el momento, el PP tiene su espacio de poder bien consolidado y, en principio, tres años y muchos meses para gobernar. Al igual que Griñán hará rebasar al PSOE su permanencia en el poder en Andalucía durante mas de treinta años.
Y a esto quería referirme. Ahora huele a Semana Santa. Húmeda, pero Semana Santa al fin y al cabo. Poderoso poder el de la Iglesia y el mundo cofrade al que no hay huelga de costaleros o de nazarenos que le valga. Pero, hay que reconocerlo, hasta hace pocos días olía a una pólvora escasa de huelga con ribetes de rebelión (que no alcanzó a ser) e ínfulas de revolución (que siempre han sido un sueño quimérico por estos lares). No nos equivoquemos: hasta la fecha la izquierda no ha llegado más allá de Sol y de una protesta difuminada con regusto "perrofláutico"; a las cofradías les basta con soltar un poco de incienso a las alturas de marzo para que hasta algunos de los "protestantes" se pongan a desfilar bajo los capirotes al son de tambores de ritmo militar. Cuarenta años, queridos señores de la memoria, no pasan en vano.
Lo que da que pensar es que los mismos que están tan inquietos por los menos de tres años largos de gobierno del PP que quedan aún por delante, den saltos de alegría por la persistencia secular de un PSOE -quemado pero superviviente eterno- que tiene que aceptar el abrazo del oso para poder subsistir en algún rincón regional. Los dos deben saber que en esos matrimonios de conveniencia uno de ellos ha de perder. Como en las cosas del amor: que el/la que más pone más pierde. Como en la feria de Valverde.
Por ahora, todos son felices. Los unos, porque tienen la mayoría del país en sus manos; los otros, porque sueñan en una conexión galáctico-histórica entre Asturias y Andalucía como principio de una "Reconquista" que comenzó en Covadonga y culminó en Granada. Los demás, pagamos impuestos y contenemos el gasto, dejando el consumo para días mejores (si es que los hay alguna vez).
Lo que sí deben saber los representantes de los trabajadores es que deben ser justamente eso: representantes de los trabajadores. La política es cuestión de los partidos, no de los sindicatos. Todas las elecciones que no sean las sindicales, deben importales poco. Organizar huelgas generales con la implícita finalidad política de desgastar o derribar a un gobierno que acaba de cumplir sus primeros 100 días de existencia no es una estrategia fina. Después de tanto silencio durante los últimos siete años, harían bien en mantener la calma. Siquiera sea porque es el tiempo -y no los deseos- los que brindan las mejores oportunidades. Probablemente las cúpulas sindicales deberían repasar un poco los contenidos del modelo de estructura de oportunidades de Tarrow. Y, también, reflexionar sobre los motivos por los cuales la teoría de las expectativas de Vroom es tan ajena a los jóvenes españoles.
Mientras tanto, que vayan buscando los puntos cardinales, como el querido esclarecido que vio aquel anuncio de la marquesina. Seguro que sería un empresario infiltrado del PP. Claro.